PARTE 6
La policía de Sáenz Peña ha identificado como autores
de varios hurtos de similares características a ese “dúo
de sospechosos”, que venían investigando desde hace un tiempo,
integrado por “Mate Cocido” y “El Calabrés”.
A pesar de no conocer sus identidades reales -dado que se manejaban con nombres
falsos- los tienen identificados, y con pruebas suficientes como para señalarlos
como los autores de una serie de hechos delictivos llevados a cabo en el lugar.
Conociéndoles el aguantadero que tenían van en su búsqueda,
el 18 de Abril de 1926 a primera hora de la mañana, a fin de detenerlos.
Para este entonces, Mate Cosido presintiendo que algo no andaba bien -dado que
la policía andaba merodeando la pensión- ya había partido
rumbo a Resistencia antes que amaneciera, amparándose en la oscuridad
de la noche, huyendo en el primer tren de ese mismo día, en compañía
de su único cómplice. La policía, no obstante allanó
la pensión, secuestrando entre otras cosas correspondencia postal de
sus familiares. Enterados la de su rumbo y con datos precisos en cuanto a las
direcciones por la correspondencia secuestrada decide ir tras sus pasos, seguros
que pronto los atraparían.
Encuentran un refugio
La policía instalada en Resistencia, comienza una búsqueda minuciosa
a fin de dar con sus paraderos, pero nadie los había visto. Acuden posteriormente
a Corrientes, tras averiguar que había sido su anterior morada, pero
nadie sabia nada de ellos.
Lo cierto es que Segundo David Peralta y Antonio Rossi se encontraban instalados
en un hospedaje en Fontana, a pocos kilómetros de Resistencia, en casa
de un carpintero paraguayo que les dio refugio tras un arreglo monetario importante.
A no dudar, el dueño de casa tenía algo que ver con la catadura
de sus pensionistas, ya que más tarde declaró a la policía
que había conocido “al señor Julio Blanco-dejando por entendido
que ignoraba por completo que se trataba de Mate Cocido- hace cinco años,
durante un viaje por Tucumán y que le merecía el mejor concepto”.
En realidad, este carpintero había sido hace un tiempo “datero”
de Mate Cosido. Informando los movimientos de ciertas familias acaudaladas de
la región, con el objetivo de robo a cambio de un dinero, concretado
el hecho.
Mientras tanto en el pueblo de Fontana nadie sospechaba, que los nuevos pensionista
del carpintero Alfonso eran prófugos de la justicia, dueños de
un importante capital en dinero y alhajas de alto valor. Y mucho menos iban
a suponer que tan valioso botín fuera producto de sus actos delictivos.
Estos valores los tenían distribuidos entre las casas de la madre de
Peralta en Tucumán y en Capital en un domicilio que pertenecía
a una vieja amiga del Calabrés, Josefa Ortelli. Ella era la encargada
de guardar las encomiendas enviadas desde el Chaco, que contenían joyas,
relojes y siempre algún dinero que le permitía vivir sin privaciones.
¿Quién era Josefa?
Josefa lo había conocido circunstancialmente a “El Calabrés”-que
recientemente había llegado de Italia- en un prostíbulo, donde
ella trabajaba a cambio de comida y un lugar donde dormir. Ubicado en Buenos
Aires en la zona portuaria. Sus historias de vida los unió desde un primer
momento, ambos eran inmigrantes en busca de una vida mejor. Ambos se encontraban
lejos de su país y lo que les estaba tocando vivir estaba muy lejos de
aquel sueño que los había tentado a probar suerte en este nuevo
mundo.
Poco tiempo después de conocerse, se convierten en amigos y amantes.
No se aman pero se respetan, y es por eso que Antonio Rossi con el tiempo, comienza
a confiar en ella ciegamente.
Antonio en busca de mejores oportunidades y huyendo de la justicia- en Buenos
Aires era considerado un ratero peligroso-, se radica en Rosario y es allí
donde conoce gente con experiencia vinculada con el delito y comienza a juntar
dinero y joyas, producto de sus robos. Y a partir de este momento, en que “sus
negocios” le iban mejor, le propone a Josefa que sea su cómplice
lo cual ella acepta a cambio de que le entregue una mensualidad que le permita
dejar de prostituirse. Además, el Calabrés la libera del “cafishio”
que la explotaba y la tenía prácticamente secuestrada, favor que
ella se lo reconocerá por siempre. Su complicidad consistía en
esconderle en su casa las mercancías producto de sus robos que recibía
mensualmente por encomienda debido a que la policía lo requisaba constantemente
y al no encontrarle nada que lo comprometiera zafaba sin complicaciones.
Con gran sentido de organización, Josefa tenía dos cajas guardadas
cuidadosamente en el ropero entre sus ropas. Una destinada a los envíos
de Peralta y la otra a los del Calabrés, a fin de evitar confusión.
Intentan detenerlos
El hospedaje, donde se encontraba instalado Mate Cocido y El Calabrés,
estaba ubicada en los alrededores de Fontana. Su fondo daba a un frondoso monte,
sitio ideal por si se presentaba algún contratiempo. Además ellos
estaban alojados en una pieza al fondo que tenía una ventana que daba
directamente al monte.
El 21 de Mayo de 1926 golpea a la puerta un oficial de policía que se
presenta acompañado de diez agentes. Nadie responde pero los policías
notan movimiento dentro de la casa.
Antes de golpear por segunda vez, el oficial a cargo del procedimiento -con
orden de captura y allanamiento en mano- con señas ordena a la patrulla
rodear la casa. Los agentes se disponen a hacerlo y ven que por los fondos hacia
el monte corren dos desconocidos cuya identidad, desde luego, es fácil
presumir. Al grito de los agentes de ¡alto ahí!, El Calabrés
comienza a disparar con su arma. La patrulla, ante esta reacción comienza
su persecución disparándoles a fin de detenerlos, pero los perseguidos
se pierden en el monte sin dejar rastros. Ambos conocían el monte de
memoria y todos sus recovecos ya que lo habían recorrido en varias oportunidades.
Mientras tanto la policía había ingresado rompiéndole la
puerta en la casa del carpintero Alfonso, a quien redujeron, sin presentar resistencia
de su parte y esposaron a fin de llevárselo detenido. Efectuando, antes
de retirarse con el detenido, una prolija requisa en la pieza de los huéspedes.
Secuestraron entre sus pertenencias llaves ganzúas, corta fierros, una
maza y la libreta de ahorro de Segundo D. Peralta con depósito por un
total de 500 pesos.
Días después los departamentos de Seguridad de Tucumán
y de Buenos Aires acuden con órdenes de allanamiento a los domicilios
de Rosa de Peralta- madre de Mate Cocido- y de Josefa Ortelli, por los datos
obtenidos en el secuestro de correspondencia postal efectuado en la pensión
en Sáenz Peña. Secuestrando allí el reloj de oro con las
iniciales del señor Del Mónico, las joyas de la familia Lequex
y en fin, la colección casi completa de testimonios para el decimoquinto
prontuario que se le abre a Segundo David Peralta, alias “Mate Cocido”.
Nadie sabe de ellos
Mate Cocido junto a su fiel y astuto cómplice consiguen esfumarse, a
pesar de tener toda la policía detrás, y lo logran prácticamente
frente a sus narices sin dejar rastros. Determinar que es lo que hicieron durante
el primer mes siguiente a la orden de captura es casi imposible ya que no se
cuenta con información. Lo que se sabe es que toda la policía
del Chaco estaba alerta y lo buscaba pero sin resultados positivos. Se revisaron
los trenes, los ómnibus, las posadas, los coches de alquiler, y nada,
como si se los hubiera tragado la tierra. Y sin embargo, consta que Segundo
David no se había alejado de las poblaciones de Resistencia y Sáenz
Peña. Y este dato se sustenta, porque cada dos o tres días según
su costumbre durante ese tiempo, y con el fin de mantener tranquila fundamentalmente
a su madre, depositaba una carta, ya sea desde el correo de Presidencia de la
Plaza, o desde Quitilipi, en la estafeta de Cacui.
Lo que sorprende es que no se aleja del campo de acción que conoce. Pareciera
disfrutar rondando a sus perseguidores.
¿Es la suya una táctica para manejar la situación de cerca?.
De acuerdo con lo que se sabe de su técnica para pasar desapercibido,
podemos deducir lo que habría hecho en aquel mes de julio de 1926. Los
recursos que él manejaba eran sencillos y de increíble audacia.
Su ánimo imperturbable, una curiosa aptitud para el disfraz y la adaptación
a cada ambiente, le permitían vestirse de paisano, echar una bolsa al
hombro y caminar por la ruta como peón golondrina en busca de trabajo,
o bien trabar amistad con un colono y hacerse llevar en jardinera de un pueblo
a otro, o en todo caso subir al tren y sentarse junto a los viajantes de comercio,
a los inspectores de tierra o al mismísimo oficial de policía
que quizá llevaba la orden de su captura en el bolsillo.
¿Pero hasta cuando Segundo David Peralta podrá seguir burlando
a la policía?...
Esta historia continuará...
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