Con más de 1600 inscriptos y más de 800 participantes en el primer día, se está desarrollado desde ayer 26 y hasta hoy 27 el evento en formato virtual.
“Siempre estamos buscando renovarnos y este año tenemos en vivo y en directo este Congreso con múltiples escenarios y una nueva dinámica: conversaciones, un proceso bidireccional de preguntas y respuestas para enriquecer los contenidos y favorecer la transferencia hacia todos los participantes”, remarcó en la apertura Agustín Bourdieu, gerente de Producto de Brevant Semillas, signando el sentido del Congreso.
Describió: “Allá por 2016 éramos un joven semillero apostando a ser protagonista en el mercado del maíz tardío, y en ese entonces había 5 millones de hectáreas de maíz, hoy estamos en casi 8 millones de hectáreas y más del 50% de esa área es maíz tardío”.
En este período Brevant lanzó distintas tecnologías como la Next que “es vanguardia en siembra tardía”, y trajo otras herramientas como PowerCore Enlist “de alto impacto en la siembra tardía”, apuntó.
“Hemos hecho una gran cantidad de cosas en estos años, desarrollamos módulos de innovación Brevant en todas las regiones para trabajar las problemáticas productivas locales”, explicó Bourdieu y planteó que “sin dudas el Congreso de Maíz Tardío es un espacio colaborativo donde muchos actores de la cadena y en particular investigadores, participan de este proceso creativo de conocimiento, que apunta a aumentar la productividad en maíz, que este año es el de mayor producción en el país, con más de 60 millones de toneladas”.
Sobre lo que vendrá en el semillero Brevant, destacó: “Muchos de los trabajos que estamos pensando a futuro los venimos desarrollando en los módulos de innovación Brevant. Estamos pensando y diseñando modelos más sustentables a partir de la rotación de maíz y soja, con cultivos de servicio, incorporación de plataformas de protección de cultivos con menor impacto en el ambiente. La introducción de productos biológicos y todo esto integrado con herramientas digitales que también potencien el sistema”.
Para cerrar Bourdieu aseguró: “Estamos emocionados y esperanzados con el presente y el futuro del maíz tardío y creemos que es a través de estas iniciativas y de manera colaborativa, como es este Congreso, como buscaremos y encontraremos formas de mejorar la productividad del cultivo y una mayor prosperidad para el sector y el país”.
La impronta ambiental de la agricultura en Argentina
Esteban Jobbagy, (Grupo de Estudios Ambientales, IMASL-CONICET & Universidad Nacional de San Luis), abordó la temática “La impronta ambiental de la agricultura en Argentina”.
“Me preocupan mucho las huellas ambientales que deja la agricultura, que tienen que ver con la sustentabilidad y me ha desconcertado durante mucho tiempo esa huella ambiental, porque es muy distinta a lo que encontramos en otros países. Tal vez esto emerge de un comportamiento mezquino y apurado de nuestra agricultura”, dijo.
Haciendo una comparación de la agricultura argentina con la de India, el especialista graficó: “El campo en India es un campo vibrante, de gente trabajando, pero lo increíble es que el cielo está surcado de cables eléctricos. En India cada campo de una hectárea tiene su bomba de riego. Hay un milagro en India y es que han logrado sostener la producción de alimentos para abastecer a una población que crece muchísimo a fuerza, en gran parte, de regar. Es un granero del mundo que riega tanto, usando aguas subterráneas, que se están vaciando sus acuíferos”.
Extrapolando esta situación a Argentina, Jobbagy planteó “acá nos encontramos con lo opuesto. En Argentina regamos muy poco y en nuestra agricultura sobra agua. Nos inundamos cada vez más seguido, tenemos recurrencia de anegamientos y se salinizan porque sobra agua. Tenemos un sistema que es totalmente distinto en el uso del agua”.
Otro punto que destacó es el manejo de nutrientes. “En el mundo para sostener la producción hay un uso opulento de los fertilizantes, hay una sobre fertilización, y cuando se fertiliza mucho, parte de los nutrientes se escapan al agua, y los ecosistemas acuáticos son los primeros en sufrir esos excesos de nutrientes, porque se llenan de algas”.
En el caso de Argentina, Jobbagy consideró que “subfertilizamos, le estamos todavía robando nutrientes al suelo. Hacemos minería de los nutrientes del suelo y este es un problema en cuanto a la sustentabilidad de la agricultura y también por cuestiones ambientales, porque si vas minando el suelo va perdiendo su materia orgánica, el humus, que le permite secuestrar carbono. Este es otro signo de Argentina que es opuesto a lo que vemos en otras partes del mundo”.
El analista rescató al maíz tardío “porque ha aportado a la sustentabilidad al permitir intercalar soja y maíz y dar más estabilidad a las rotaciones, pero fue funcional a este esquema que yo llamo mezquino, porque sembrando tarde usamos mejor los nutrientes del suelo y no tenemos que fertilizar y tenemos un uso de agua muy acotado, con un target de producción chico o mediano muy seguro”.
Siguiendo con su análisis, Jobbagy planteó que “a la subfertilización y la sobra de agua se suman otros dos problemas. Para mantener una estación de crecimiento corta y el resto del tiempo que no haya plantas creciendo tenemos los herbicidas, y usamos mucho, somos campeones del mundo en uso de herbicidas. Esto nos trajo problemas, como malezas resistentes y la preocupación en la sociedad por la contaminación”.
Se mostró optimista sobre el futuro: “Nosotros hoy podemos ver muy bien los campos con satélites y tomar el pulso del verdor a lo largo del año. Estamos encontrando que en los últimos cinco años, ese tiempo muerto que teníamos en los inviernos, está reverdeciendo cada vez más y eso ocurre porque los productores están recurriendo más a los cultivos de servicio y un poco más a cultivos de invierno”.
La otra señal positiva se observa al analizar las estadísticas de uso de insumos en Argentina: “En los últimos cinco años bajamos mucho el uso de herbicida y subimos el uso de fertilizantes, sobre todo nitrogenados. Tenemos 9% menos de herbicidas y alrededor de 40% más de fertilizantes nitrogenados, pero hay que tener cuidado porque estamos produciendo 70% más de trigo y maíz, con lo cual le seguimos esquivando al fertilizante, pero bajamos el uso de fertilizantes”.
El tercer punto que marcó Jobbagy fue políticas de Estado y puso el acento en el trabajo que se viene realizando en la provincia de Córdoba donde “hay una interacción entre la cartera de Agricultura, la de Ambiente y la de Recursos Hídricos, y de esa forma se ha llegado a impulsar programas como los de Buenas Prácticas que dan algunos incentivos a los productores”.
A modo de conclusión resumió: “Nunca la agricultura ocupó tanta superficie, nunca tuvo tanta impronta en el ambiente, pero nunca fue tan invisible cultural y económicamente. En 1850 era el 90% del Producto Bruto global la agricultura y hoy es el 3%”, y remató: “Necesitamos llegar a una agricultura más sabia, en la que hace falta conocer pero también ser justo, y una agricultura sabia será una que use el conocimiento pero que también sea más justa con la gente y con el ambiente”.
Agricultura argentina: cambios tecnológicos en los últimos años
El especialista Emilio Satorre (FAUBA-AACREA) describió: “la agricultura argentina tuvo en los últimos 40 años una transformación abrumadora. Los primeros años de esa transformación transcurrieron entre principios de la década del ’90 y los comienzos del siglo XXI. Cuando esto empezó Argentina sembraba unos 15 millones de hectáreas y producía alrededor de unas 40 millones de toneladas. En los 30 años siguientes esa transformación revolucionó la agricultura en base a la expansión del cultivo de soja y permitió cambios tecnológicos muy importantes, y la superficie sembrada llegó a 36 millones de hectáreas y casi 140 millones de toneladas de producción”.
“Tenemos tecnologías duras y blandas, tecnologías que implican modificaciones en la forma de hacer las cosas, que generaron cambios organizacionales y productivos, y tecnologías que permiten cambiar los procesos, las formas en que las cosas se hacen”, sumó acerca de los cambios tecnológicos. “Tuvimos dos etapas, una primera en la que el cultivo de soja fue el actor dominante y muchas de las tecnologías fueron de la mano de su expansión, y en los últimos 15 años el cultivo de maíz comenzó a ser un actor preponderante, balanceando la estructura de nuestros sistemas productivos”, completó.
Acerca de los cultivos tardíos, planteó: “su rol fue muy importante para generar este proceso de transformación en la agricultura. Los cultivos tardíos permitieron, a través de un cambio en la fecha de siembra, generar que este proceso de expansión permitiera al cultivo de maíz avanzar sobre ambientes que eran menos privilegiados para la agricultura”.
A su juicio los maíces tardíos facilitaron la incorporación de “un actor polifacético, que generó un guion distinto dentro de la obra y permitió generar un tercer papel con los cultivos de maíz de segunda, generando nuevos actores. Tenemos muchos cultivos de maíz ahora que antes no teníamos y todo eso es gracias a la tecnología”.
Citó como ejemplo, la reducción de la densidad de siembra para que las plantas puedan producir más con menos variabilidad, y sobre todo cambios en la genética que accionaron sobre la productividad, más tolerancia a los factores adversos y protección frente a diversas adversidades.
En un párrafo especial Satorre analizó: “El maíz es integrador porque es un cultivo que aúna un montón de actividades. A partir del maíz se desarrolla en Argentina el aporte al sistema energético con energías renovables y la producción de bioetanol, pero sobre todo el maíz es un integrador de actividades dentro de la empresa agropecuaria”. Puntualizando que el maíz “permitió la expansión del sistema ganadero extensivo, en la ganadería de carne vacuna y porcina, la producción aviar, y de la mano del maíz no sólo se rotan cultivos, se conservan recursos del sistema productivo, sino que además se permite el ciclado de nutrientes”.
“La innovación pudo mostrar todo su potencial de la mano del cultivo de maíz. Las primeras innovaciones tecnológicas en el agro, de la mano de la digitalización, llegaron con los sensores remotos, sensores en satélites, que percibían heterogeneidad dentro de los establecimientos productivos. También a través de los monitores de rendimiento y sensores en máquinas cosechadoras se iban detectando diferencias, y así se pasó de producir en áreas supuestamente homogéneas a ambientes homogéneos y eso transformó la agricultura para llegar a la agricultura por ambientes”, explicó Satorre.
Paralelamente consideró que “el maíz es el cultivo que más tecnología tiene en la semilla. La cantidad de eventos apilados que tiene el germoplasma de la semilla de maíz le permite al productor manejar un cultivo con una versatilidad y una seguridad que era impensada años atrás”.
De cara al futuro Satorre consideró: “la agricultura está trabajando en poder incorporar mejoras y cambios en su sistema productivo que permitan reducir o atenuar el impacto de esos procesos de deterioro y exaltar la productividad con un mínimo impacto en el ambiente para que nuestros procesos no sólo produzcan gran cantidad de alimentos, de la mejor calidad, con una agricultura más amigable con el ambiente y que eso contribuya a construir junto con las comunidades rurales y la sociedad”.
Beneficios de los cultivos de servicio como antecesores del maíz tardío
Sobre este tema disertó Gervasio Piñeiro (LART-FAUBA, IFEVA-CONICET y FAGRO URUGUAY). “Creo que diseñamos los esquemas de producción solamente pensando en lo que vendemos. Diseñamos los esquemas para producir carne, granos, leche, y de a poco nos fuimos dando cuenta que estamos trabajando en ecosistemas que dan eso, pero además brindan un montón de otros servicios, que ahora empezamos a llamar servicios ecosistémicos, y esas otras cosas son, por ejemplo, tener un aire limpio o tratar de no acelerar el cambio climático, o tratar de tener una laguna o río limpio, o buscar la posibilidad de construir materia orgánica en el suelo”, graficó entrevistado por la periodista Carolina Amoroso, como sus antecesores.
En este punto consideró necesario pensar a la agricultura desde un punto de vista más sustentable “hay que pensar la sustentabilidad del sistema en tres patas: una ambiental, otra económica y la tercera social, y tratar de combinar esas tres cosas es un desafío grande que tenemos en la agricultura para cambiar la visión social, sobre todo de la gente urbana, que cuestiona la forma que tenemos de producir alimentos”. La meta debe ser “diseñar los ecosistemas con muchos objetivos. Debemos pensar el sistema no para ser los campeones en producción de maíz, solamente, sino también tratar de ser los campeones en la parte social y la parte ambiental”.
Además planteó que lograr impulsar y crear este sistema “es un gran desafío para la agronomía y las ciencias biológicas. En los últimos años abandonamos un poco esa agronomía y adoptamos el sistema de recetas. Debemos volver a esa agronomía más compleja, con sistemas más biodiversos”.
Sobre los cultivos de servicio señaló que es una de las alternativas en auge en los últimos años para tratar de lograr ese equilibrio entre producción y ambiente, son los cultivos de servicio. “Esta idea de plantar un cultivo que no se va a cosechar, le brinda al productor otro servicio ecosistémico”.
Piñeiro argumentó: “Los cultivos de servicio engloban a los cultivos de cobertura que hace años venimos investigando, pero ahora estas plantas tienen muchos objetivos y beneficios. Algunos cubren el suelo, otros sirven para combatir malezas, otros para descompactar el suelo, otros para sacar agua y que no nos inundemos, otros nos servirán para generar una menor emisión de gases de efecto invernadero”.
Sugirió que para la aplicación de esta tecnología se debe programar la tarea, “los cultivos de servicio tienen objetivos que hay que pensarlos. Son una inversión en el sistema que tendrá retorno, probablemente, en el cultivo siguiente, pero también va a tener un efecto a largo plazo en la sustentabilidad del sistema”.
A modo de ejemplo citó que antes era muy común dejar el barbecho largo que duraba varios meses con la intención de capturar agua, pero “todas las investigaciones que hemos hecho nos demuestran que el suelo no descansa en ese tiempo, sino que más bien está muerto”.
“Los cultivos de servicio los vamos a poner para generar verde, raíces, haciendo fotosíntesis, generando comida para mejorar la salud del sistema, y lo que estamos viendo es que no consumen el agua del cultivo siguiente. Cuando un productor tiene un cultivo de servicio y lo termina bien, cuando llueve en ese lugar, ese suelo termina con más agua que con un barbecho largo. El cultivo de servicio termina capturando más agua en muchas situaciones”.
Datos fríos
En los últimos años crece esta práctica en el campo argentino: “En 2014/2015 4% de productores usaba cultivos de servicio, al año siguiente era el 9%, al siguiente 11%, luego 13%, y en la campaña 2019/2020 el 19% de los productores argentinos usaba cultivos de servicio”, detalló Piñeiro.
Como ventajas planteó que con esta práctica “el ecosistema está mejor, más saludable, las cosas funcionan mejor, los cultivos rinden más, y mi sensación es que cuando un productor entra en el sistema ve sus bondades y que es más complejo, pero no necesariamente más complicado para trabajar”.
Hacia el futuro, Piñeiro opinó que “se vienen sistemas de cultivos de servicios más pensados. Me parece que para hacer un buen cultivo de servicio la clave es hablar del período en que se termina el cultivo de servicio y se prepara para sembrar el maíz tardío o el cultivo que viene. En ese período es clave la captura de agua y la sincronización de la oferta y demanda de nutrientes”, completó.