Oscar Domingo presentó su libro “La industria semillera en la Argentina” y repasó la historia de cómo el cultivo de soja se instaló en el país: desde los primeros ensayos fallidos hasta la adopción de la soja transgénica, un recorrido que transformó la producción agrícola.
La historia de la soja en la Argentina es la historia de un cultivo que tardó en encontrar su lugar, pero que una vez consolidado cambió para siempre el mapa agrícola y hasta a la economía argentina.
Oscar Domingo, autor del libro «La industria semillera en la Argentina» , trazó en ACSOJA 2025 un repaso que va desde los intentos iniciales de traer semillas desde Estados Unidos hasta la revolución transgénica de los años noventa.
Los primeros intentos
Estados Unidos fue pionero en el cultivo de soja, y algunos argentinos vieron allí un modelo a seguir. Entre ellos, Tomás Le Breton, embajador de Hipólito Yrigoyen y ministro de Alvear, quien enviaba semillas al país con la esperanza de reproducir el sistema. Sus esfuerzos, sin embargo, no prosperaron.
«Recorría experimentales de los Estados Unidos, enviaba semillas de soja a la argentina y cuando volvía al país miraba qué había pasado, pero el proyecto fracasó», repasó.
Un segundo intento más estructurado vino de la mano de Agrosoja, con técnicos destacados como Fernández y Paganini bajo la coordinación del ingeniero Agrazar. A pesar del conocimiento y la inversión, la experiencia tampoco dio frutos: las variedades eran poco adaptadas y las malezas resultaban incontrolables.
Soja en Argentina y el punto de inflexión: 1973
El despegue definitivo ocurrió en 1973, durante el gobierno de Héctor Cámpora. Armando Palau, secretario de Agricultura, pidió ayuda a Agrazar para conseguir semillas de soja en Estados Unidos. Con gestiones directas, se trajeron lotes en aviones Hércules.
Ese año se sembraron unas 73.000 hectáreas, que se duplicaron al año siguiente. Desde allí, el cultivo comenzó a expandirse a gran escala.
La revolución transgénica
El otro gran salto llegó en 1996 con la aprobación de la soja RR, resistente al glifosato. La decisión, impulsada por Adelaida Harries desde el INASE y avalada por el entonces secretario de Agricultura de Carlos Saúl Menem, Felipe Solá, permitió liberar la tecnología que transformó la producción.
«Transformó la vida de todos los argentinos», resaltó. «En ese momento estábamos solos, ni los productores ni los exportadores nos acompañaron», recordó y destacó la labor de Victor Trucco, uno de los fundadores de Aapresid y Bioceres.
«Tuvimos debates contra Greenpeace en televisión y hasta emboscadas», indicó y destacó: «La tecnología se impuso porque era extraordinaria».
“La adopción fue vertiginosa, más rápida incluso que la de los híbridos de maíz”, recordó Domingo. La soja transgénica amplió el área cultivada, elevó los rendimientos y se convirtió en un factor clave para que el país saliera más rápido de la crisis de 2001. «Hay que recordar a los que dejaron en su paso estas cosas que los argentinos puedan vivir mejor», agregó.
Soja: protagonistas del cambio
Domingo también destacó a quienes desde el sector privado apostaron por la soja en sus comienzos: Eduardo Leguizamón y Francisco Firpo en Nidera, y Rodolfo Rossi, quien fue el primero en sembrar soja transgénica en Argentina.
Un legado para la agricultura
“La industria de semillas es la base de toda nuestra civilización. Sin semillas no hay futuro”, resumió Domingo en el cierre de su exposición. Con esa frase dejó claro el mensaje de su libro: la historia de la soja es también la historia de cómo un cultivo puede transformar la economía y la sociedad de un país.
















