Las oportunidades perdidas de la Argentina con China

Cerdos, vinos y langostinos son oportunidades perdidas para la Argentina en China. La negociación para instalar granjas de cría de cerdos para exportar abrió el debate sobre la relación comercial con China. Con las exportaciones estancadas hoy, cómo manejar el vínculo con el gigante asiático.

El 25 de noviembre del año pasado, pocas horas después de que se conociera la muerte del exfutbolista Diego Maradona, el presidente Alberto Fernández recibió en la Casa Rosada a la modelo Liz Solari. Ferviente defensora de la causa de los derechos de los animales, se había acercado a la sede del Gobierno junto con el presidente de la Unión Vegana Argentina, Manuel Alfredo Martí, para entregarle al mandatario un petitorio con más de medio millón de firmas para frenar un acuerdo comercial con China.

Con la muerte del astro futbolístico, el encuentro pasó inadvertido. Y de no haber sido porque la propia Solari publicó en su cuenta de Instagram una foto, nadie habría reparado en él. La imagen, difundida el 14 de diciembre. le trajo problemas al Presidente -no sería la última vez que pasaría algo así- porque en ella se lo podía ver con la consigna: «No al acuerdo porcino con China». Las quejas del gigante asiático no se hicieron esperar, pero también llegaron -solapados- cuestionamientos dentro del propio gobierno, que llevaba meses trabajando en el entendimiento.

El proyecto supondría una inversión de casi US$ 4000 millones para la instalación de 25 granjas de cría de cerdos. Hoy la Argentina vende maíz que China usa para alimentar el ganado porcino. De avanzar en el acuerdo se daría un paso más en la cadena productiva y, en definitiva, ingresarían más dólares al país.

El incidente es un reflejo de los problemas que el país tiene en la relación comercial con el país asiático. China es, en la actualidad, el segundo socio local, por detrás de Brasil, pero por la complementariedad de sus economías, el potencial de crecimiento es inmenso. El acuerdo por las granjas porcinas es solo una de las tantas posibilidades que tiene la Argentina de agregar valor y revertir la hoy deficitaria balanza comercial que hay con Pekín.

Este año la Cámara de Comercio Argentino China (Argenchina) elaboró un detallado informe de las posibilidades de exportación que tiene el país. Productos agrícolas, carne vacuna, de cordero y porcina, energía, turismo, minerales e hidrocarburos son solo algunos de los productos que el gigante asiático demanda y la Argentina está en condiciones de proveer.

BRÚJULA ROTA

Sin embargo, la política errática en materia de comercio exterior adoptada por el Gobierno dificulta la apertura de mercados. Basta con citar un ejemplo para dar cuenta de la situación.

El año pasado se exportaron unas 900.000 toneladas de carne. De ellas, el 75 por ciento tuvieron a China como destino, en general cortes como el garrón y el brazuelo, que no se consumen en la Argentina. Ante el incremento del precio local de la carne, el 20 de mayo el Gobierno decidió cerrar las exportaciones de carne, primero de manera total por 30 días y, luego, parcial. La medida seguirá vigente al menos hasta fines del mes próximo.

«Abrir mercados lleva mucho tiempo, pero se pueden perder en apenas un minuto. La Argentina está posicionada en la marca país. Cerrar las exportaciones le juega directamente en contra. Esa sensación de proveedor poco confiable queda en los mercados. Para darse una idea, en Alemania todavía se acuerdan del desabastecimiento de carne argentina en pleno Mundial de 2006. Hoy hay restaurantes en Shanghái que dependen de la provisión de mercadería. Romper la cadena tiene consecuencias», señalan fuentes que siguen de cerca la relación entre ambos países.

El momento elegido para el cierre, además, fue tal vez el menos propicio. En ese momento se estaba realizando la Gran Feria de Shanghái. Allí, la provincia de Buenos Aires contaba con un stand en el que promocionaba un producto que, en ese momento y por la regulación argentina, no se encontraba en condiciones de vender.

La apertura de ese mercado llevó 12 años de trabajo, en los que la Argentina buscó garantizar el acceso al mayor mercado del mundo. China, en tanto, necesitaba ganar un proveedor confiable porque, en definitiva, tiene que alimentar a casi 1400 millones de habitantes.

Pero no todo es carne vacuna. Alejandra Conconi, directora ejecutiva de Argenchina, dice que hay muchos otros alimentos que son muy buscados por los consumidores orientales.

MADE IN PATAGONIA
Conconi explica que en sectores de clases medias altas y altas el langostino argentino tiene un gran reconocimiento de marca país porque no es de criadero. Es un producto fresco y de calidad que es difícil de conseguir de otros mercados.

Además, existe mucha demanda para los productos de la Patagonia, que viene creciendo fuerte en la industria de alimentos orgánicos. Otra mercadería de alta demanda y con valor agregado es la comida para mascotas. Hoy ya se está exportando, pero podría crecer muchísimo más.

«Como compradores son implacables. Si encuentran que un vendedor no es confiable y no puede asegurar la provisión constante, lo dejan de lado, se dan vuelta y negocian con otro. En este caso, con Uruguay, Brasil y Paraguay», señala Alejandro Corbacho, director del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad del CEMA.

Hace dos semanas, el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, anunciaba que estaba negociando un tratado de libre comercio con China. La oportunidad que deja pasar la Argentina ya la empiezan a tomar los países vecinos.

El académico señala que el país debería aprovechar la enorme complementariedad que tienen las dos economías. Sin embargo, no hay que olvidar la diferencia de peso entre ambos: «Hoy parece haber un acercamiento político antes que económico. Se prefiere a países como China y Rusia en detrimento de los Estados Unidos y Europa. Pero se olvida que los primeros son tan imperialistas como los segundos. Su idea es que si es bueno para el Partido Comunista Chino [PCC], es bueno para el mundo. Y hay que tener cuidado con eso».

Se trata del new big game, la puja entre China y los Estados Unidos por el predominio global. Pekín tiene el claro objetivo de desplazar a Washington de la región. Y, a juzgar por los números y el crecimiento rampante, todo parece indicar que lo está logrando.

Esta idea de que hoy prima la política por sobre lo comercial es compartida por Fernando Pedrosa, historiador, politólogo y director de la revista Asia/América Latina. En su opinión, el Gobierno tiene una visión ideológica en la que entablar una relación con China es oponerse y enfrentarse al Occidente que lideran los Estados Unidos.

«En esta preeminencia de lo político sobre lo económico, se genera una dependencia económica de la Argentina», señala y compara la política exterior actual con la de Mauricio Macri, que no solo impulsó el acuerdo con la Unión Europea (UE), sino que buscó potenciar la relación con los grandes mercados de Asia, China, India, Indonesia y Vietnam.

El gobierno de Alberto Fernández, agrega, los ve como aliados y no evalúa los costos de la relación. Conciben la relación desde la política y por ello exhibieron como un logro el discurso que el Presidente dio por videoconferencia en la celebración del centenario del PCC.

Sin embargo, no logra que ese alineamiento redunde en beneficios económicos para el país: «Prefiere plantarse de manera servil y acepta la asimetría. Busca una relación bilateral y eso es una locura. Lo que debería hacerse es crear un bloque latinoamericano para equilibrar la balanza».

En definitiva, China necesita de estos países porque no tiene la capacidad de producir la cantidad de alimentos que necesita. Y si la región negocia como bloque, para Pekín no será tan fácil imponer condiciones, resume.

NUEVA AGENDA
Pero para ello, el país tendría que entender cuál es la agenda del siglo XXI, dice Pedrosa, y eso la deja fuera de competencia. El país sigue actuando con los conceptos políticos del siglo XX y no se da cuenta de que hoy el comercio se desplazó al eje Asia-Pacífico.

«Hace poco se firmó en Oriente el acuerdo de libre comercio más grande del mundo, que incluye a un gran competidor de la Argentina como Australia, que produce prácticamente los mismos bienes que nosotros. Estamos quedando fuera de todo. Y a eso le sumamos la constante falta de planificación. Cualquiera va a tomar ventaja de los vaivenes argentinos», sentencia.

Sin embargo, el inicio de la pandemia le dio una nueva chance a la Argentina. El gobierno australiano fue uno de los más duros críticos del manejo del PCC cuando comenzó la emergencia por el Covid-19. Las autoridades de Canberra demandaron una investigación imparcial sobre el origen del virus. La sospecha es que la crisis comenzó a raíz de una filtración de un laboratorio.

En represalia, Pekín enfrió al máximo la relación comercial con el país de Oceanía. Y, en teoría, eso abriría mercados para los productos argentinos. Uno de los sectores más beneficiados podría ser el de la industria vitivinícola.

«Hace unos años, con las muy buenas cosechas de 2017 y 2018, tuvimos la posibilidad de entrar en el mercado chino con la venta a granel, con precios muy competitivos. Eso nos permitió hacer conocido el país. Pero era muy difícil competir con Australia. Ahora con la guerra comercial, en teoría se abre la puerta a crecer en ventas en la categoría de vino embotellado, pero las condiciones para exportar no son las mejores», se queja un directivo de una de las bodegas de mayor producción en el país.

El mercado chino es el objeto del deseo del mundo de la vitivinicultura mundial. No solo se trata del país más poblado del globo, sino que, además, allí el consumo de vino es relativamente reciente y cada año incorpora nuevos y ávidos compradores.

Sin embargo, entre las retenciones a las exportaciones, la brecha cambiaria y la falta de un acuerdo para que China que elimine los aranceles a la importación de vinos argentinos, las posibilidades de llegar con un precio competitivo se reducen. Y el mayor temor en el sector es que la ventana de ocasión se cierre y no saben cuándo podría volver a aparecer una oportunidad como la actual.

PUERTA ENTREABIERTA
«El conflicto con Australia le abre una puerta muy grande al país. Pero la Cancillería no está actuando en consecuencia. Hoy deberían estar negociando mejoras en las condiciones de acceso y nadie parece haberse enterado. Nadie intentó siquiera discutir la reducción arancelaria para los vinos argentinos», grafica Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI.

Según el especialista, hay un contexto general por el que la Argentina no está haciendo el trabajo de abrir nuevos mercados y buscar intensificar las relaciones comerciales con el resto del mundo. Y China no es la excepción. «Hoy el país tiene altas retenciones, brecha cambiaria, cupos y cuotas para exportación. Son todas políticas con fuerte sesgo antiexportador. Y el caso del acuerdo por las granjas porcinas es casi excepcional. Porque si se buscara una alianza estratégica, no habrían cerrado las exportaciones de carne de un día para el otro», dice y agrega que el clima de negocios fue lo que impulsó a la petrolera china Sinopec a vender su operación e irse del país.

En cambio, sostiene, lo que se ve son algunos acuerdos específicos dentro de una política comercial muy cerrada. Y dentro de ese marco, de vez en cuando aparecen algunos proyectos.

«En cambio, lo que sí observamos es un acercamiento geopolítico. China fue la gran apuesta de la vacunación contra el Covid junto a Rusia, en detrimento de los laboratorios estadounidenses. Uno hubiera esperado que se obtuviera algún tipo de ventaja para negociar exportaciones a cambio de haberlos privilegiado como proveedores, pero eso no sucedió», agrega.

La complementariedad con el gigante asiático es innegable, explica Elizondo, y en la actualidad están dadas las condiciones para incrementar el vínculo comercial bilareral. En dólares se tiene una exportación similar a la de 10 años atrás.

«Y está claro que podría ser mucho más grande. Y para ello no es necesario tener mayores compromisos políticos, porque son pragmáticos, tienen vínculo comercial incluso con Taiwán. Se puede no hacer una profesión de fe y ganar mercados a la vez. Muchos otros proveedores lo hacen y no por eso dejan de venderle a China», sentencia. Por: Ricardo quesada – El Cronista.

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