Maíz: Aapresid aconsejó sembrar temprano y reducir densidad y espaciamiento

La Regional La Pampa de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) llevó a cabo una jornada UPA (Un Productor en Acción) en la Sociedad Rural de General Pico, que se centró en el manejo del maíz en un posible año Niña y el impacto del contexto económico en la nueva campaña.

El ingeniero agrónomo Gustavo Maddonni fue el encargado de disertar sobre estrategias de manejo maíz. Para Maddonni, profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA, es improbable que en la campaña actual se presente un evento Niño, siendo más factible que las condiciones se mantengan entre un año Neutro o Niña.

Y para dar respuesta a este fenómeno, Maddonni analizó las cuatro medidas de manejo que definen la estructura del cultivo: la fecha de siembra, la densidad, el espaciamiento entre hileras y el genotipo.

Las cuatro claves del maíz ante La Niña

1) Fecha de siembra

La fecha de siembra determina las condiciones de radiación y temperatura a las que estará expuesto el cultivo.

Aunque los maíces tempranos suelen tener mayor potencial de rendimiento por las mejores condiciones de radiación, esto no siempre se traduce en mayor productividad, ya que las condiciones alrededor de la floración son cruciales.

También analizó los factores que restringen la ventana de siembra. Por un lado, los maíces tempranos enfrentan un mayor riesgo de heladas tardías, mientras en los tardíos el riesgo aumenta durante el llenado de los granos.

Por otro lado, se requiere asegurar una cama de siembra a capacidad de campo y garantizar el agua en floración con el ajuste de la fecha de siembra.

Por último, en cuanto a los golpes de calor, los maíces sembrados a principios de octubre florecen en diciembre, cuando se registra la mayor frecuencia. Atrasar la siembra a fines de octubre puede reducir este riesgo.

2) Densidad de siembra

En un ambiente más restrictivo, se debe reducir la densidad de siembra, pero a medida que la restricción se revierte, hay que incrementarla.

Así, una estrategia en el contexto de un año Niña podría consistir, según Maddonni, en sembrar temprano y reducir ligeramente la densidad en comparación con lo habitual.

En lotes con napa, en tanto, es crucial capitalizarla. La profundidad óptima de la napa está entre 1,5 a 2,5 metros.

Si es más profunda, como suele ocurrir después de un año Niña, el rendimiento puede disminuir por la falta de agua. Si está más cerca de la superficie, existe riesgo de anegamiento.

En ambientes de alta productividad con acceso a napa y agua asegurada, es recomendable sembrar temprano con alta densidad.

3) Espaciamiento entre hileras

El investigador señaló que, a baja densidad, reducirlo mejora la captura de recursos al disminuir la competencia entre plantas.

Si la economía del agua es favorable en floración, esta estrategia puede mejorar el rendimiento. En contraste, si el agua es insuficiente, se puede perder rendimiento.

4) Genotipo

Maddonni explicó que algunos materiales muestran una caída significativa en el rendimiento por planta, al aumentar la densidad, debido a su baja tolerancia al estrés por densidad.

Por eso, en ambientes de alta productividad se deben usar variedades que mantengan un buen rendimiento, incluso a alta densidad.

En ambientes de baja productividad, en cambio, es recomendable optar por materiales prolíficos o híbridos que generen macollos para obtener más espigas por planta a baja densidad.

“En conclusión, la posibilidad de un año Niña representa un escenario desafiante y un manejo adecuado de la estructura del cultivo puede marcar la diferencia. En este contexto, la jornada UPA abordó la importancia de ajustar la fecha de siembra, la densidad, el espaciamiento entre hileras y el genotipo para maximizar la captura de recursos y enfrentar las condiciones adversas”, cerraron desde Aapresid.

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