Piriculariosis, el nuevo hongo que amenaza al trigo y la cebada

Descubren los mecanismos de acción de un patógeno que ataca al trigo y la cebada. Se trata de un hongo llamado piriculariosis, que supone una «gran amenaza» para su producción y que advirtieron tiene un «severo impacto económico».

Un grupo de investigadores del Conicet La Plata descubrió los mecanismos de acción de un hongo llamado piriculariosis, que supone una «gran amenaza» para la producción de trigo y que advirtieron tiene un «severo impacto económico».

Se trata del patógeno originario de América del Sur que llegó a Asia y África por el comercio de semillas, y que recientemente también fue reportado en campos de cebada de Argentina y de Uruguay.

Según los especialistas, que acaban de publicar un artículo en la revista Plant Pathology, realizado en colaboración con colegas de la Universidad RWTH de Aachen, Alemania, se la conoce como piriculariosis, quemado o brusone y es una de las enfermedades más importantes que atacan al trigo, causada por el hongo Magnaporthe oryzae, que afecta el desarrollo de ese cereal en sus distintas etapas, desde la semilla hasta las espigas.

Vale señalar que los riesgos que implica en materia comercial llevaron a grupos de investigación del mundo a estudiar cómo es el proceso de transmisión del patógeno desde las semillas hasta las plantas adultas para contrarrestar su acción. «Es una enfermedad que provoca daños en cada estadio del ciclo de cultivo: en las semillas, inhibe la germinación; en las plantas provoca unas manchas características en las hojas que afectan la fotosíntesis; y el síntoma más importante es en la espiga», describió Sergio Iván Martínez, primer autor del trabajo.

En tanto, Analía Perelló, también autora del trabajo, agregó que “para poder visualizarlo, tuvimos que hacer un novedoso procedimiento de transformación genética, en el que introducimos un gen que codifica una proteína que hace que el hongo exprese un color rojo fluorescente y pueda verse en el microscopio, y así poder diferenciarlo de otros hongos que ya están presentes en la planta».

Y, seguido, la investigadora dijo que ello, «permitió observar todas las etapas de crecimiento y desarrollo del hongo dentro de la planta, desde la semilla hasta la etapa adulta».

Los experimentos permitieron concluir que las espigas de trigo procedentes de semillas infectadas no solamente desarrollan semillas con síntomas visibles, sino también otras aparentemente sanas pero contaminadas interiormente. «Son asintomáticas, sin manifestación externa de la enfermedad, y son las más peligrosas, porque se comercializan sin saber que en su interior portan al patógeno. Entonces, al llegar a terrenos con las condiciones ambientales proclives generan la dispersión de la enfermedad», explicó Perelló y apuntó que este trabajo aportó «información novedosa».

«Bajo la premisa de conocer para controlar un patógeno que puede llegar a ser devastador para nuestros cultivares de trigo. Buscamos alertar sobre la necesidad de una estrategia sanitaria de control y prevención temprana. Que se haga un análisis minucioso de las semillas que se van a utilizar para la siembra, para prevenir así el establecimiento y dispersión del patógeno», afirmó Martínez.

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