Tras varios días de protestas, desafiando a las tropas que intentaron detenerlos con ráfagas de gas lacrimógeno, miles de personas en Sri Lanka forzaron la dimisión del presidente, Gotabaya Rajapaksa, en medio de una grave crisis económica que sufre la isla del sudeste asiático.
«Hay escasez de combustible, de gas para cocinar, de muchos alimentos y los precios han subido drásticamente. El precio del pan se ha triplicado en los últimos seis meses. El precio del arroz se ha duplicado con creces, y hay grandes colas. A veces la gente espera durante días para conseguir unos pocos litros de gasolina o diesel para subsistir. Toda la economía está paralizada», le dijo al programa de la BBC The Inquiry Ahilan Kadirgamar, profesor de Sociología de la Universidad de Jaffna.
Algunos de los problemas económicos de la isla tienen los mismos orígenes que los problemas que enfrentan otros países, como la salida de la pandemia de covid o el aumento de los precios mundiales de los productos que escasean debido a la guerra en Ucrania, pero Kadirgamar dice que una parte sustancial de este descalabro financiero podría haberse evitado.
Gran parte de la indignación de los manifestantes que asaltaron el palacio presidencial estaba relacionada con el ambicioso -pero profundamente defectuoso- plan del mandatario para modificar la forma de cultivar en el país.
En abril de 2021, el presidente Rajapaksa anunció su intención de que el país produjera alimentos totalmente orgánicos en un plazo de 10 años. Esto marcó el fin del uso de fertilizantes sintéticos en los cultivos». Fue la prohibición de los fertilizantes lo que nos ha llevado a la crisis alimentaria. Además de la crisis económica. Si no hubiera prohibido los fertilizantes, al menos ahora tendríamos suficientes alimentos para comer. Y el gobierno tiene que asumir toda la responsabilidad por haber creado esta crisis alimentaria mediante la prohibición de los fertilizantes químicos», opinó el profesor de Sociología.
Para Kadirgamar, la prohibición -sumada a la escasez de combustible- provocó una situación insostenible para la agricultura del país: «Los agricultores casi han abandonado la agricultura. Muchos de ellos están dejando sus campos, lo que no solo afecta a sus medios de vida sino también la vida de los jornaleros que trabajan en esas plantaciones».
Pero, ¿causó realmente la agricultura ecológica el colapso de Sri Lanka?
La «Revolución verde»
«La agricultura es muy importante, sobre todo en lo que respecta al empleo», le dijo a la BBC Jeevika Weerahewa, profesora de Economía Agrícola en la Universidad de Peradeniya, quien indicó que el 25% de la mano de obra del país se dedica al sector agrícola: unos dos millones de personas.
«En lo que respecta al Producto Bruto Interno (PBI), la agricultura contribuye en torno al 7%. Otro 6% lo aporta la fabricación de alimentos. Por tanto, la agricultura y la alimentación constituyen una parte bastante importante de los ingresos».
Sri Lanka depende de sus pequeños agricultores para alrededor del 80% de su suministro nacional de alimentos. «El principal es el arroz. Es nuestro alimento básico y necesitamos unos 10 kilogramos por persona al mes. Y éramos más que autosuficientes en arroz y también en verduras, frutas tropicales, carne de coco y huevos», describió Weerahewa.
Para llegar a esta autosuficiencia se necesitaron muchos años. En la década de 1960 se puso en marcha una iniciativa mundial para aliviar la desnutrición en las naciones en desarrollo, entre ellas Sri Lanka. Se denominó «Revolución verde».
La idea era impulsar la producción utilizando variedades de alto rendimiento de los cultivos tradicionales junto con técnicas de cultivo modernas, como los métodos de cultivo con alto contenido en nutrientes.
«Tuvimos que animar a los agricultores a utilizar cada vez más fertilizantes químicos porque sólo podíamos obtener una buena cosecha de estas variedades mejoradas si aplicamos dosis suficientes de fertilizantes químicos. Así que empezamos a subvencionar a los agricultores a partir de 1962», recordó la profesora de Economía Agrícola.
Las subvenciones fueron necesarias porque la mayoría de los pequeños agricultores del país no podían permitirse los fertilizantes químicos sin ayuda del Estado. Por eso se introdujeron importantes descuentos, a veces de hasta el 90% sobre los precios de mercado.
A esto se sumó el costo de importación, porque Sri Lanka no produce fertilizantes químicos. A pesar de los gastos, poner fin a esta práctica era una medida que ningún político se atrevía a tomar.
Sin embargo, décadas después de que la revolución verde hubiera aumentado sustancialmente el rendimiento de los cultivos, llegaron los informes sobre enfermedades.
A mediados de los años 90, muchos agricultores en el norte de la isla comenzaron a sufrir la enfermedad renal crónica de origen desconocido (CKDU por sus siglas en inglés). Para 2021, Sri Lanka se había convertido en un foco de esta enfermedad.
«Y algunas personas sospechaban que se debía a los fertilizantes químicos aplicados por estos agricultores, porque los agricultores tampoco toman precauciones o no siguen las directrices de seguridad cuando aplican productos químicos, fertilizantes y también pesticidas», dijo Weerahewa y añadió:
«Sin embargo, estas eran hipótesis. No hay pruebas científicas para decir que la enfermedad se debe al cadmio y al arsénico que están presentes en los fertilizantes químicos. Sin embargo, esta afirmación se popularizó, así como la idea de una agricultura sin fertilizantes químicos».
Al mismo tiempo, los problemas de la cadena de suministro mundial provocaron una escasez de ingredientes para fertilizantes. La demanda -y los precios- se dispararon. Las finanzas de Sri Lanka recibieron otro revés, sumado al golpe a las divisas internacionales debido al fin de los ingresos por el turismo, por culpa de la pandemia.
En este contexto, el gobierno decidió que era hora de otra revolución agrícola.
El gran sueño
«La gente se preocupa mucho cuando les dicen que en los alimentos hay sustancias tóxicas que reducirán su esperanza de vida, y que sus hijos enfermarán por la enfermedad renal crónica», le dijo a la BBC el profesor Buddhi Marambe, científico agrícola de la Universidad de Peradeniya.
En abril de 2021, el presidente Rajapaksa anunció que enfrentaría estos problemas de salud con una política radical de cultivo 100% orgánico. En ese momento, se cuestionaron las pruebas científicas que respaldaban el plan, pero Marambe dice que ciertos intereses habían estado presionando al mandatario durante algún tiempo:
«Había gente de la Salud, gente de las ciencias agrícolas y también clérigos, clérigos budistas, y había muchas otras personas del sector privado que han estado haciendo esta agricultura orgánica a determinados niveles en Sri Lanka».
El mercado mundial de productos ecológicos de alta calidad puede ser lucrativo, pero no todos estaban convencidos de que ese fuera el caso en el país.
«Todos sabemos, claramente, que se trata de nichos de mercado muy pequeños; pero esa fue una especie de zanahoria que se utilizó para decirnos que podíamos ganar muchas divisas con esto. Pero originalmente, la idea era la salud humana», indicó el científico agrícola.
La agricultura ecológica no es nueva en Sri Lanka. Los cultivadores de té y verduras llevan años haciéndolo a una escala mucho menor. Pero tras la decisión presidencial, todo el país encaró esta senda.
Sri Lanka no ha sido el primero en intentar una agricultura totalmente ecológica. Bután anunció años atrás que planeaba convertirse en la primera nación 100% ecológica del mundo, pero ha tenido problemas para conseguirlo,
«Bután empezó a prepararse para esta actividad desde 2003. Pero se encontraron con un gran problema y estaban en una situación en la que más del 50% de los alimentos básicos que consumían tenía que ser importados», explicó Marambe.
Las señales de advertencia indicaban que el paso a una producción 100% orgánica, incluso con años de planificación, era inviable. En Sri Lanka, los expertos en agricultura plantearon preocupaciones similares.
«Siempre le dijimos al gobierno que era una decisión nefasta la que había tomado. Yo mismo, al igual que otros científicos agrícolas de diferentes universidades, escribimos a su excelencia pidiendo una audiencia, aunque fuera de media hora, para explicarle los impactos perjudiciales. Pero esas cosas no fueron escuchadas, lamentablemente», añadie el profesor de la Universidad de Peradeniya.
Con el mundo tambaleándose por la pandemia de covid y la economía de Sri Lanka perdiendo los ingresos por los turistas ausentes, esta revolución orgánica no podía llegar en peor momento.
El sueño se convierte en desastre
«A los agricultores les pilló por sorpresa, y al resto del país también», le dijo a la BBC Saloni Shah, analista de Alimentos y Agricultura en el Instituto Breakthrough, un grupo de reflexión medioambiental con sede en California.
Ella sostiene que los problemas del plan orgánico fueron evidentes desde el principio. El gobierno se apresuró a prohibir los fertilizantes químicos, pero no pensó en lo que se necesitaba para sustituirlos:
«Tampoco hay suficiente capacidad en el país para producir su propio abono orgánico. Se necesitaría entre cinco y siete veces más de estiércol orgánico para cubrir los nutrientes que aportan los fertilizantes sintéticos. Se necesitan más animales para producir esa cantidad de estiércol.
La agricultura orgánica tiene un menor rendimiento, por lo que se necesita más tierra para producir la misma cantidad de cultivos y, por tanto, en una pequeña y diminuta nación insular, no hay suficiente tierra para producir tanto estiércol, pero tampoco para alcanzar la cantidad de producción que se podría lograr con los fertilizantes sintéticos».
El rédito de la iniciativa también generó dudas. «Para ponerlo en perspectiva, el país cultiva más té que todo el té orgánico mundial combinado. Por tanto, si la producción de té se convirtiera por completo en orgánica, acabaría inundando el mercado del té orgánico y eso podría hacer que los precios cayeran en espiral», señaló Shah.
La producción y venta de alimentos ecológicos en todo el mundo requiere, además, inspecciones detalladas y pruebas a lo largo del tiempo para cumplir las estrictas normas legales.
Según la experta en Alimentos y Agricultura, nada de eso existía en el país, ni un marco normativo que asesorara a los agricultores sobre qué tipos de abono orgánico utilizar y cuáles eran seguros, ni una orientación técnica ni asesoramiento sobre qué tipo de prácticas debían aplicar.
La prohibición también supuso el fin de la subvención a los fertilizantes justo cuando los precios mundiales se disparaban. Pronto quedó claro que los agricultores se enfrentaban a la pérdida de sus cosechas y de sus medios de vida por falta de fertilizantes.
A los pocos meses de su introducción, el plan orgánico se desmoronó. Según Shah, un 40% de la cosecha de arroz se habría perdido, lo que implicó un duro golpe a la seguridad alimentaria del país. La reacción pública no se hizo esperar ante la escasez de alimentos y el aumento de los precios.
La fuerte caída de la producción de arroz obligó Sri Lanka a tomar medidas drásticas y costosas. Según le dijo a la BBC Saloni Shah, el gobierno debió importar 400.000 toneladas métricas de arroz de India y Myanmar.
El fantasma del hambre
A principios de noviembre del año pasado, el presidente Rajapaksa reforzó su compromiso con la agricultura ecológica en la conferencia sobre el cambio climático COP 26 celebrada en Glasgow, Escocia.
Apenas unas semanas después de ese discurso, y siete meses después de que comenzara la prohibición, el gobierno de Sri Lanka se vio obligado a dar marcha atrás.
«El gobierno revocó parcialmente la prohibición a finales de noviembre para permitir la importación de fertilizantes sintéticos sólo para los cultivos de exportación clave, como el caucho, el coco y el té, ya que estos cultivos son también una fuente fundamental de divisas», dijo Saloni Shah.
«Sabemos que en febrero de 2022 la producción de té fue un 20% inferior a la de febrero de 2020, por lo que combinado habría un impacto económico y de seguridad alimentaria», añadió el profesor de Sociología de la Universidad de Jaffna, Ahilan Kadirgamar.
Entonces, ¿la agricultura ecológica causó el colapso de Sri Lanka?
Hubo problemas económicos que escapaban al control directo del gobierno, como los precios récord a nivel mundial de los productos importados que compra con sus menguantes fondos en divisas.
Pero la prohibición y sus posteriores consecuencias fueron autoinfligidas.
No se tuvieron en cuenta consideraciones básicas: la escasez de fertilizantes naturales, la falta de tiempo de preparación de los agricultores y la ausencia de planes de contingencia para cubrir el vacío que supone la disminución de los rendimientos orgánicos.
Fue una medida que agravó una crisis financiera más amplia y resultó desastrosa para el suministro de alimentos del país.
Ahora, los ingresos de los productores de alimentos han disminuido y las consecuencias continúan. Sin combustible para la maquinaria, las granjas no pueden funcionar.
Con el presidente Rajapaksa fuera del gobierno, la incertidumbre continúa y, como señala Ahilan Kadirgamar, el hambre es una aterradora posibilidad.
«Está por verse si el nuevo gobierno y los nuevos dirigentes dan a la agricultura la importancia que necesita y se centran en el sistema alimentario para poder evitar una hambruna durante el próximo año». Fuente: BBC Mundo