Nota de opinión del Ing. Agr. Néstor Edurdo Roulet. Fuente: https://agroblog.com.ar/
El productor habitualmente tiene un patrón de ventas (usa al grano como bien de cambio) que a lo largo de los años se cumple, aunque sin duda este se modifica según el volumen producido, las expectativas futuras del precio internacional de los granos y la posibilidad crediticia para encarar la nueva campaña. Habitualmente vende un 50 % antes de fin julio (para pagar créditos a cosecha, costos indirectos de la campaña y algunos alquileres), el resto lo vende un 20 % entre agosto y setiembre (Pago de alquileres e insumos para el comienzo de la nueva campaña), un 20 % entre octubre y diciembre (pagos de insumos) y deja un 10 % para costos fijos de la campaña que transita.
¿De qué modo se modifica este esquema de ventas? En año de poca producción (sequía) adelanta las ventas (campaña 2022/23), comportamiento del mercado internacional de los granos donde hace varios años los valores más firmes son en plena cosecha del hemisferio sur (A la espera de informe de siembra y estado de cultivos de EE-UU en junio y julio) donde generalmente son muy alentadores en el comienzo de sus campañas (¿?) deprimiendo el mercado en dólares del grano para el segundo semestre. En Argentina el productor se acostumbró a guardar el grano lo cual siempre le dio resultado por la inflación y la inseguridad cambiaria de los años anteriores, acción que va a tener que rever en el futuro.
Un informe de hace días de la bolsa de Comercio de Rosario calculó que hay soja disponible para la venta 27,6 millones de toneladas y 9 millones de toneladas a fijar, dándonos 36,4 millones de toneladas sin precio. Esto serían U$S 14.500 millones que podrían ingresar por la soja. Si a esto le sumamos alrededor de 15 millones de toneladas de maíz (una vez descontado el consumo interno) disponibles para exportar, que generarían otros U$S 2.500 millones, nos quedarían U$S 16.000 millones con posibilidad de ingreso al país solo por la soja y maíz.
Teniendo en cuenta que los productores para esta nueva campaña tienen que invertir U$S 24.000 millones solo en insumos (33 millones de hectáreas entre trigo, soja y maíz), nos indicaría (por usar al grano como bien de cambio) que estaría obligado a vender gran parte sus granos. El problema es que sabe que lo tienen que hacer a un valor muy bajo si hace el cálculo a dólar billete o comparándolo con lo que recibe cualquier productor del mundo (Sobretodo productores de países vecinos) al no tener esta presión impositiva y distorsión cambiaria.
El productor argentino cobra solo un 47 % del valor de la soja que cobraría sin retenciones y sin intervenciones cambiarias (Cuadro 1).
Esto significa que en valor dólar billete el productor solo cobra (Cuadro 2) 201 U$S/tn en dólar billete, contra los 430 U$S/tn que debería cobrar. Y en esto no hay duda que entra a jugar un tema de confianza hacia un Gobierno donde en su plataforma electoral prometió eliminar las retenciones, pero que en su primer proyecto que envió al Congreso de la Nación (Ley ómnibus) propuso aumentar las mismas.
Si comparamos los valores que cobran productores de otros países (Cuadro 3) los diferenciales a favor de estos van desde un 104 % hasta un 114 % superior al precio que percibe los productores de nuestro país.
Ayer (por el día domingo 28 de Julio), el Presidente de la Nación Javier Milei en la Inauguración de la Rural de Palermo, prometió nuevamente la eliminación de las retenciones y la unificación cambiaria, el gran dilema es que el productor (a pesar de la esperanza de dichas promesas) es obligado a vender (para encarar esta nueva campaña) un 47 % de lo que le correspondería sin estas distorsiones. Donde observa que productores agrícolas del mundo cobran un 100 % más de lo que él está cobrando y tiene que afrontar esta realidad, con esfuerzo y muchas veces bajando el nivel de innovación y tecnología (Argentina hace más de 20 años que tiene en soja el mismo rendimiento unitario mientras países vecinos lo aumentaron un 20, 30 y hasta un 50 %) para tener una mínima rentabilidad.
Y esto es lo que espera la producción agrícola, no promesas “solo una señal”.