En 2024, la demanda por habitante cayó 8 kilos. Sin embargo, el precio en lo que va del año ajustó menos que la inflación. Todo por culpa del bajo poder adquisitivo de la población.
POR JOSÉ LUIS AMADO –PERIODISTA AGROPECUARIO- EXCLUSIVO PARA GRUPO LA VERDAD
La carne de vaca, el alimento argentino por excelencia, tiene en lo que va del año una menor preferencia por parte del consumo doméstico. El interés que ha perdido el producto dentro de la canasta de alimentos impacta directamente en toda la industria frigorífica.
En los primeros siete meses del año, los frigoríficos a nivel nacional faenaron un total de 7,8 millones de cabezas de hacienda vacuna, lo que representó una disminución de casi un 10% interanual. Puesto en la perspectiva ‘histórica’, el período ocupó el puesto 16 entre los últimos 45 años, según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra).
En cuanto a la producción de carne, los primeros siete meses se produjeron a nivel país 1,779 millones de toneladas, lo que representa una caída de -8,8%, e implicó una reducción de la cantidad ofrecida equivalente a 170 mil toneladas, según datos de la industrial.
En caída
En este escenario, el consumo total aparente de carne vacuna a nivel doméstico habría caído a 1,2 millones de toneladas, lo que representa una disminución de 14% por debajo de enero-julio del año pasado, el equivalente a 205 mil toneladas. “Constituye el más bajo de los últimos 26 años”, aseguran desde según Ciccra.
Medido en kilos por habitante, en lo que va del año el consumo aparente de carne vacuna por habitante habría sido equivalente a 45 kilos/año, esto es, 15% por debajo del promedio alcanzado en enero-julio de 2023: representa una merma de 8 kilos por habitante.
Los precios y la inflación
La caída en el poder adquisitivo de la población es la principal razón de la disminución en el consumo de carne. La puja entre los precios y la inflación es la que condiciona el desempeño de la cadena.
De acuerdo con un relevamiento realizado por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), el valor de la carne vacuna reflejó en julio una suba del 0,7% con respecto a junio 2024, lo que acumula un alza del 274% respecto a igual mes del año anterior.
En relación con el índice de precios al consumidor (IPC), que acumula en los últimos 12 meses 263,4%, según el INDEC, el precio de la carne subió en el último año 4%.
Las mayores subas de precios se dieron en el bife ancho (3,2%), la falda (2,6%) y el roast beef (2,3%). En cambio, las mayores caídas fueron en el peceto, el bife angosto (0,9%) y la tortuguita (0,4%), y no hubo variación en el precio del vacío y el cuadril (0%).
Por el lado de las carnes sustitutas, en julio el valor al consumidor del pollo fresco cayó 0,3% con respecto al mes anterior y reúne un acumulado de 271% respecto de julio de 2023.
En el caso del cerdo, el corte relevado por el muestreo es el pechito de cerdo, que tuvo una variación negativa de 0,5% en julio y reúne en los últimos 12 meses una suba en góndola de 202%.
Más barata que la inflación
Sin embargo, en lo que va del año, los precios de la carne vacuna han perdido contra la inflación, advierten desde la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (Fifra).
En el último semestre, y a partir de los relevamientos del IPCVA, los valores al mostrador de la carne vacuna registraron una recomposición del 24%; los del pollo, del 32%, y los del pechito de cerdo, 6%, mientras que la inflación acumulada en enero-julio fue de 87%, según datos del INDEC.
“Esto demuestra a las claras que las carnes tienen precios absolutamente competitivos”, sostiene Daniel Urcía, presidente de Fifra. La caída en la producción y en el consumo de carne está impactando en el negocio de los frigoríficos. “La menor producción se traduce en un mayor impacto de los costos, pero al no haber margen para su traslado a los precios de la carne, no queda otra opción que hacer ingeniaría de costos y asumir pérdidas”, advierte Daniel Urcía.
Desde la federación, reconocen que en los próximos meses no habría cambios sustanciales en la demanda y advierten sobre la necesidad del Estado de controlar la competencia desleal que hay en la actividad, en especial en momentos como los actuales, cuando los márgenes son tan exiguos.