EL PIBE CABEZA capítulo 1

A comienzos de la década de 1930, un nombre empezó a rondar, insistente y enigmático: “el Pibe Cabeza”. Personaje mezcla de bandido rural y héroe que entreveró audacia con humoradas. Considerado por la justicia y la ley como enemigo público número uno, pero para algunos pueblerinos de la época, una especie de “Robin Hood” bonaerense. Lo cierto es que empezó en botas y bombachas y terminó desafiando a la por entonces Capital Federal de Buenos Aires con un flamante traje cruzado, mujeres, autos caros y muñido de armamento sofisticado.

Este particular delincuente tiene un lugar destacado en el Museo Policial de la Federal, pues su prontuario está compuesto por más de 2600 robos y hurtos. El Pibe Cabeza contó con la adhesión popular y sobresalió por sus intrépidas andanzas, su ingenio y por su audacia sin límites.

Teniendo en cuenta la época, las andanzas del Pibe Cabeza sorprendían y era tapa de todos los periódicos de los pueblos del interior de la pampa húmeda. Es más, era habitual encontrase con habitantes de los pueblos que decían conocerlo en persona, algo imposible de comprobar, pero que ayudaba a alimentar el mito del Pibe Cabeza.

Su fama fue tan importante que hasta llegó a la literatura y el cine. La vida del “Pibe Cabeza” fue llevada al cine en 1975 en una película dirigida por Leopoldo Torre Nilsson y protagonizada por Alfredo Alcón. El guion de la película está reflejado en el libro El Pibe Cabeza que escribieron el propio Leopoldo Torre Nilsson, Pico Estrada y Beatriz Guido.

El verdadero nombre del Pibe Cabeza fue Rogelio Gordillo. Era hijo de Segundo Gordillo y Gregoria Lagarda y nació el 9 de junio de 1910 en la ciudad de Colón, al norte de la provincia de Buenos Aires. Era uno de los siete hijos de ese matrimonio.

Cuando su padre muere en Colón, doña Gregoria y sus hijos se trasladan casi cuatrocientos kilómetros, hasta la ciudad de General Pico, La Pampa. Es ahí donde Rogelio se desempeña en el oficio de peluquero, tal como lo había sido su padre.

Por esos años, Rogelio Gordillo tenía carácter tranquilo y sentimientos generosos. Se cuenta que en Gral. Pico conoció a una chica de tan solo 15 años de la cual se enamoró intensamente. Se llamaba Julieta Prado, aunque hay quienes la mencionan como Juana.

Fueron los padres de la menor quienes se opusieron terminantemente a la relación. Por esta razón, Rogelio, con sólo 18 años y sin resignarse a perder a su enamorada, planificó, de común acuerdo con la joven, escaparse juntos; para eso tuvo que literalmente arrancarla de los brazos de su madre, a quien en plena discusión hirió de un balazo.

Pocos días después la parejita, que se había fugado del pueblo, fue hallada por la policía en una chacra cercana. Como consecuencia de esto, Gordillo permaneció ocho largos meses detenido en la cárcel de Santa Rosa de Toay (La Pampa), purgando así el primer delito de su vida.

Cuando obtuvo su libertad no quiso regresar a ese pueblo; pues se anotició que su ex novia se había casado con un campesino. Dicen que fue obligada por sus padres, por lo que su enamorada no pudo cumplir con la promesa de esperarlo. Rogelio Gordillo, dolorido por la situación, decide poner distancia y se muda a la ciudad de Rosario, Santa Fe.

En el tiempo que el joven Gordillo estuvo detenido se relacionó con delincuentes y se interiorizó sobre distintos métodos para delinquir. Ya viviendo en Rosario, empieza a frecuentar los lugares donde se reunían los profesionales del delito. Las malas compañías encontraron en él un elemento dispuesto a trasgredir la ley. También es el momento en que se lo empieza a nombrar con el apodo de “El Pibe Cabeza”.

Rápido para aprender los oficios del delito, primero fue un carterista de éxito, luego se especializó como jugador de naipes y en el dominio de las trampas. Indican que frecuentaba un conocido café de la época, ubicado en avenida Pellegrini, próximo al Mercado de Abasto en Rosario. Ese manejo exitoso de los naipes lo vinculan con elementos del hampa que concurrían a la referida cafetería.

Tras un año en esa actividad y gracias a la amistad que tenía con distintos jockeys famosos, se dedicó a ser datero en el Hipódromo de esa ciudad santafesina. Cabe destacar que el Pibe era un personaje simpático que ocultaba muy bien su extraordinaria audacia; inclusive muchos que lo conocían creían que era un sujeto inofensivo y hasta algunos lo consideraban un infeliz.

La banda de Antonio Moreno
La primera banda que integró fue una pandilla disciplinada y audaz que tenía como jefe a Antonio Moreno, un sujeto de gran autoridad que bien pronto organizó y dirigió varios atentados y robos. Esa banda delictiva estaba integrada por individuos tan temibles como Antonio Caprioli, alias el Gordo o el Vivo; el Negro Motta; Felipe Emilio Alí, a quien le decían Cherrubia o la Chancha; Antonio Florián Martínez, el Nene; Ángel Aguilo; y otros. Estos se especializaron en sus inicios en cometer atracos en los tranvías, donde operaban como “descuidas”. Bien pronto, el Pibe Cabeza y sus compañeros consideraron reducido el campo de acción y ejecutaron su primer asalto de importancia.

Así, la banda capitaneada por Moreno (muerto poco después en una pelea en la localidad santafesina de Los Molinos) robó a un comerciante de aceites. Allí, el líder del grupo, el Pibe Cabeza y Reinaldo Bianchini consiguieron apoderarse de 6 mil pesos, logrando huir con el botín. Pero tiempo más tarde todos fueron detenidos. El Pibe Cabeza cumplió por este hecho tres años de prisión, y cuando salió en libertad se trasladó, sin domicilio fijo, a la noroeste de la provincia de Buenos Aires, zona en la cual cometió algunos delitos menores hasta que logró organizar lo que fue su primera banda.

La banda del “Pibe Cabeza”
La banda, ya capitaneada por el Pibe, se instala en el sur de Santa Fe, desde donde comienzan a planificar los asaltos más relevantes de la época. El nuevo grupo estaba compuesto por Rogelio Gordillo, alias el Pibe Cabeza, Antonio Caprioli, los hermanos Alfredo y Miguel Ritondale, Antonio “el Nene” Martínez, Felipe “Cherrubia” Alí, y otros cómplices de menor monta.

El Pibe Cabeza y su banda enseguida ganaron celebridad por dos características muy particulares para la época (1933). La primera era que daban golpe tras golpe en cualquier pueblo de Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe, logrando cambiar de jurisdicción rápidamente lo que enloquecía a la policía que intentaba seguirlos inútilmente. Y la segunda particularidad que los distinguió fue el armamento que poseían, pues era abundante y pesado. Constaba de ametralladoras Thompson, fusiles Winchester y pistolas calibre 45.

Versión original de Marisa Fernández Díaz, para Revista NotiCampo.

*Esto es solo el comienzo de esta historia. Una síntesis extraída de las crónicas policiales y de las anécdotas populares de la época.

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El Pibe Cabeza

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