En el tercer capítulo te voy a contar la historia de una amistad sincera que se origina en un encuentro casual y a la vera del camino. Se trata del encuentro entre el Pibe Cabeza y el “Carrero”, Ricardo Gil.
*Versión original escrita por Marisa Fernández Díaz, para Revista NotiCampo.
La amistad
El Pibe Cabeza y su banda habían realizado un asalto en la ciudad de Venado Tuerto. La resistencia por parte del comerciante a entregarles el dinero provocó un tiroteo, obligándolos a huir antes que la policía local los atrapara. La noche caía inexorablemente sobre los caminos inhóspitos de tierra. Perdidos por completo en medio de la oscuridad, entre las localidades de Arribeños y Estación Delgado, divisaron a la orilla del camino a un “carrero”, el cual no duda en detenerse. Es ése el momento exacto en el que se produce el primer encuentro entre el Pibe Cabeza y Ricardo Gil, un hombre oriundo de General Villegas pero que vivía en Arribeños.
Resulta que Gil había hecho un alto en el camino, a fin de pasar la noche. Descansaba tranquilo de su larga jornada de trabajo mientras preparaba una carne asada. Se le acerca un automóvil y de este se baja un hombre bien vestido, se trataba del Pibe Cabeza, quien en tono amigable le explicó que se encontraba perdido entre los caminos polvorientos del partido de Gral. Arenales.
Gil, conocedor de ese lugar, lo ubicó inmediatamente y les ofreció compartir la cena a él y a su acompañante. Mientras se hacía el asado y entraban en conversación, el Pibe le comentó que era encargado de una estancia en la provincia de Santa Fe, mintiendo sobre su verdadera identidad.
Era una noche estrellada y soplaba una brisa cálida, muy propia de la primavera, ambiente que se prestó para que se hilvanara un largo diálogo a solas entre el delincuente y el “Carrero”. Después de la cena, el Pibe Cabeza decidió retirarse, a fin de poder continuar su viaje, según expresó, “hacia Rufino”, por lo que el villeguense le marcó todos los recodos del camino así no volvía a perderse. Pero antes de despedirlo le indicó dónde vivía y lo invitó a visitarlo en el caso de que se hallara por la zona.
Luego de varios meses, una mañana, el Pibe lo visitó en Arribeños, tal como se lo había prometido. Pero, en esta ocasión, le contó la verdad, le habló de quién era en realidad y de lo bueno que era para él tenerlo como amigo. Luego de la revelación le previno de los problemas que podría tener ante las autoridades policiales si sabían de esa amistad. Pese a todo, Gil resolvió seguir con la amistad.
Aquí cabe destacar que no queda muy claro si fue por temor o por verdadero afecto, es muy probable que haya existido un poco de ambos sentimientos; pues si leen el poema completo que le dedica al Pibe Cabeza, hay partes en las que deja ver cierto miedo ante una posible venganza, en caso de que hubiese resuelto delatarlo.
Pasado un tiempo, el Pibe recurrió nuevamente a su amigo, pero esta vez por un desperfecto que tenía su coche, por lo cual Gil le recomienda a “un amigo de confianza” que tenía conocimiento sobre mecánica. Esta fue la tercera y última vez que se encontraron.
El Pibe se despidió de su amigo y se dirigió rumbo al lugar indicado, en donde recibió la ayuda prometida, y así logró seguir su camino. Un par de días después, Ricardo Gil fue en busca de su antiguo amigo mecánico quien le confesó la verdadera identidad de la persona que había atendido. También le advirtió pidiéndole por favor que mantuviera el secreto por las consecuencias que le podría traer, tanto con la policía como con el Pibe mismo, porque, a pesar de su apariencia y trato cortés, se notaba que era un hombre capaz de todo en el caso de que lo delataran.
Pese a su silencio y lealtad, la existencia de esta amistad se supo y esto le trajo como resultado purgar 11 meses de prisión en la cárcel de Mercedes, provincia de Buenos Aires. En ese tiempo de aislamiento injusto, dado que solo había entablado una relación amistosa con cabezas, Gil relata esta historia en un poema. En el escrito el “Carrero”, cuenta su verdad sobre esta relación nacida de las vueltas mágicas que tiene la vida.
Los versos
Los versos que compuso Ricardo Gil llegaron a mi poder gracias al gentil gesto que tuvo su nieta Margarita Gil, quien se comunicó personalmente conmigo y me los hizo alcanzar. Margarita, al momento de este escrito original, estaba radicada en la localidad de Leandro N. Alem. Ella, además, me puso en contacto con su padre, el Sr. Rubén Gil, hijo del escritor, el cual estaba radicado en la ciudad de Córdoba. Fue Rubén y su primo, homónimo del “carrero”, quienes colaboraron en la reconstrucción de este relato.
A todos ellos, un agradecimiento de corazón, porque sin sus aportes la historia no habría podido ser contada con tanta certeza.
Finalmente, indicar que Ricardo Gil falleció en 1956 a los 52 años y sus restos se encuentran sepultados en el Cementerio Central de la ciudad de Junín.
Este poema, escrito por don Ricardo Gil, se titula “Un conductor y el Pibe Cabeza”, y fue publicado por el autor en 1937. Dado lo extenso del mismo, decidí transcribir de forma textual las últimas estrofas:
“Soy en Villegas nacido/ en esa tengo mi hogar/
allí aprendí a trabajar/ lo poco que hube aprendido/
allí soy reconocido/ como en sus alrededores/
por cientos de moradores/ de aquella ciudad querida/
que no olvidaré en mi vida/ aunque me dé sinsabores”.
“Yo reconozco que fue/ aquel hombre un delincuente/
y por eso tristemente/ aquel secreto guardé/
yo a nadie lo presenté/ por no ser comprometido/
pues yo en silencio he habido/ aquel mutismo sufrir/
sin llegar a delinquir/ pues solo un amigo he sido”.
“Y aunque me hallo en prisión/ en una celda sombría/
es la poca suerte mía/ no es culpa del pistolero/
es mi triste derrotero/ adverso, cruel y mordaz/
y aunque mi amigo fue audaz/ y temible delincuente/
hoy descansa eternamente:/ dejemos que duerma en paz”.
Esta historia, del Pibe Cabeza, continuará…
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