Según un análisis que realizan desde Rosgan, algunos efectos económicos pueden llegar a ser positivos y otros, como el valor de insumos como el maíz, muy negativos para la producción ganadera.
El impactante avance militar de Rusia sobre territorio ucraniano es sin dudas el nuevo factor de desestabilización del orden geopolítico mundial. Si bien se trata de un conflicto que se vislumbraba desde hace varios meses, la magnitud y rapidez de la escalada bélica ha tomado por total sorpresa al resto del mundo. Sin sacar nunca de primer plano las consecuencias humanitarias y políticas que dejará esta brutal ofensiva sobre la soberanía del pueblo ucraniano, el temor por el impacto que esto puede generar en la economía mundial, comienza a estar cada vez más presente, a medida que se prolonga el conflicto.
Tanto Rusia como Ucrania son importantes actores en el mercado mundial de comodities, especialmente como productores y exportadores de granos, fertilizantes y energía. Pero también son activos compradores de otros bienes que produce y exporta el resto del mundo. En este contexto, el bloqueo financiero que ya ha iniciado occidente para con Rusia en represalia a sus acciones militares sobre Ucrania, pareciera ser la antesala de un potencial aislamiento comercial del ex país soviético. En efecto ya varios bancos rusos han sido excluidos del sistema SWIFT, un sistema utilizado por más de 11.000 instituciones financieras en más de 200 países para llevar a cabo la operatoria de pagos mundiales. Por lo que esta exclusión significa estar fuera de la comunicación del mundo financiero internacional.
A su vez, esta suspensión del SWIFT, sumado a un contexto de altísima inestabilidad interna, ha desplomado el valor de su moneda local, el rublo. Los bancos locales ya negocian el dólar a 120 rublos cuando previo al conflicto el dólar cotizaba a menos de 80 rublos. Esto implica una devaluación oficial que, hasta el momento, se ubica en torno al 30% pero que mantiene una firme tendencia al alza.
Claramente, la caída del rublo significa para Rusia una fuerte pérdida en la capacidad de compra y, por ende,
un impacto directo sobre la demanda de todos los productos importados por Rusia, entre ellos la carne vacuna. Sin embargo, si bien esto tendrá un efecto directo sobre la demanda de carne vacuna, no pareciera ser hoy el factor de mayor impacto sobre este mercado. Rusia ya no es hoy el jugador que ha sido y su menor participación como importador de este producto termina hoy morigerando los efectos directos.
La relevancia de Rusia en el mercado importador de carne bovina ha ido disminuyendo en los últimos años. Desde el millón de toneladas que, en promedio, llegó a comprar durante los años 2005 a 2014 se redujo a menos de 400 mil toneladas anuales, pasado de representar más el 16% de la demanda de importación mundial por aquellos años, a poco más de un 3% en la actualidad. Según las proyecciones del Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA) publicadas con anterioridad a este conflicto, Rusia importaría en 2022 escasas 300 mil toneladas de carne vacuna, marcando una franca caída en su nivel de participación mundial. En el caso de Ucrania, los números resultan muy poco significativos. Apenas 3.000 toneladas es la demanda total estimada para todo el 2022.
Pero más allá de la baja participación actual que ambos países presentan como compradores de carne vacuna, el mayor impacto sobre el mercado de carnes se dará de manera indirecta, principalmente explicado por un fuerte aumento en el costo de los principales insumos involucrados en la producción, granos (como alimento para el ganado), fertilizantes y energía.
En este sentido, la suba del precio de tres insumos claves para la producción es lo que mayor impacto tendrá sobre el mercado de carnes. En el caso del maíz, siendo Ucrania responsable del 16% de las exportaciones mundiales del cereal, el bloqueo de sus puertos ha generado una suba muy fuerte de precios, al igual que del resto de los granos que produce.
Por otra parte, en fertilizantes, Rusia constituye una pieza clave. Es el principal proveedor de fertilizantes en el mundo, concentrando cerca del 13% del comercio mundial. Este mercado también se está viendo alterado, comprometiendo ya no el valor del insumo en sí sino también su disponibilidad para las próximas siembras.
Y como tercer componente dentro de este paquete de insumos clave para la producción, se encuentra la energía. Aquí, Rusia es un jugador fundamental puesto que representa el 10% del total de exportaciones de petróleo y el 9,5% de las de gas natural por lo que una escalada en los precios de estos insumos como la que ya se está registrando con un precio del crudo habiendo rozado los USD 100 por barril por primera vez desde 2014, termina de golpear de manera directa el motor productivo del mundo.
En el caso de Argentina, es muy probable que nos encontremos con dos efectos diferentes. En el corto plazo, al incrementarse el valor de las materias primas, significará un mayor ingreso de divisas por exportaciones de productos agropecuarios, principalmente granos y carnes. Algo que significaría un saldo positivo para nuestra balanza comercial. Sin embargo, hacia el mediano plazo, inevitablemente comenzará a sentirse el impacto del mayor costo de estos insumos sobre la producción. En este sentido, el insumo que golpeará de manera más rápida sobre los márgenes de producción de carne es sin dudas el precio del maíz. Esto tendrá un impacto directo sobre el sector engordador algo que, para muchos, podría ser el inicio de un proceso de descapitalización más acelerado del que se viene registrando en los últimos ciclos.
En definitiva, bajo este escenario, el mundo se prepara para un nuevo ciclo de fuerte presión inflacionaria. La suba de precios de las principales comodities que comenzó a observarse en 2021, como efecto colateral de la pandemia, muy probablemente se prolongue hacia los próximos años condicionando las proyecciones de crecimiento y demanda mundial a mediano plazo. He aquí donde el mercado de carnes podría llegar a sufrir su mayor daño colateral. Fuente: Rosgan