Luego de una cosecha experimental, el cultivo escaló y se incorporó al Código Alimentario. Se trata de un “súper alimento” que se puede consumir en semillas o como aceite; con la licencia otorgada para el ingreso, los costos caen a un tercio.
Después de que hace casi un año, la Argentina consiguiera la primera cosecha experimental de cáñamo industrial, en esta campaña ya se trabaja a nivel de productores, que realizan entre 15 y 20 hectáreas cada uno (la prueba se hizo sobre pequeñas parcelas) y, además, se logró la incorporación del cáñamo al Código Alimentario Argentino con lo que este año ya habría comercialización de productos con la semilla.
El desarrollo se logró a partir de la empresa argentina Industrial Hemp Solutions (IHS) y participan la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y el INTA. El Instituto Nacional de Semillas (Inase) ya autorizó la licencia de manera que los productores no deberán importar variedades y los costos bajarán a un tercio.
Maximiliano Baranoff, socio fundador de IHS a cargo de Innovación y Nuevos Negocios, explica que con la primera campaña se demostró que la semilla presenta una “mejor adaptación” en la Argentina que en los países donde se desarrolló la genética. “El trabajo realizado nos permitió identificar las semillas que mejor rendían para cada zona y licenciarlas para bajar los costos al productor”, precisa.
Con las autorizaciones del Senasa y del Inase el volumen de semillas ingresadas permite escalar las validaciones a nivel de productor. En la campaña 2023-24, el foco es demostrarle al productor que el paquete tecnológico ya se encuentra disponible en el país, “por lo que no se requieren inversiones adicionales en maquinaria ni para la siembra ni para la cosecha”, explicó.
La empresa volverá a trabajar con la Facultad de Agronomía de la UBA, con evaluaciones a cargo de Daniel Sorlino, referente del mundo del cáñamo hace décadas. También hicieron un convenio con el INTA para expandir las regiones en las que se analiza la viabilidad del cultivo y la posibilidad de siembras tardías.
La reducción de los costos a un tercio da el margen necesario para que los productores lo incorporen en la rotación de cultivos. Baranoff detalla que en Europa, por ejemplo, la semilla se legaliza porque secuestra mucho dióxido de carbono: una hectárea de cáñamo equivale a cuatro forestales porque es un cultivo anual. Además, con las raíces reestructura el suelo por lo que mejora el rinde del cultivo que le sigue.
En la Argentina, el cultivo del cáñamo con destino industrial estaba prohibido desde los años 70 porque se lo confundía con la variedad de cannabis utilizada con fines recreativos. El objetivo planteado por IHS es “cañamizar” a las industrias para facilitar la transición hacia las nuevas economías, las de triple impacto.
Respecto de la incorporación del cultivo al Código Alimentario Argentino (CAA) por parte de la Comisión Nacional de Alimentos (Conal), Baranoff indica que hubo apoyo técnico de la empresa, que fue invitada a formar parte de la mesa técnica. El cáñamo es considerado un súper alimento por la relación omega 6/omega 3 que es de 3 a 1, “considerada óptima”. Con esta incorporación se podrá comercializar y usar en forma de aceite o de semillas descascaradas para consumo humano y también en alimentación animal.
Respecto de las fibras que se encuentran en el tallo, para que puedan emplearse en industrias como construcción, celulosa, química, biocombustibles, automotriz y textil, se vienen realizando validaciones técnicas y la empresa está “en pleno levantamiento de capital para las inversiones” necesarias para el procesamiento industrial del cultivo. “El potencial de la bioeconomía argentina es enorme, y en este contexto el cáñamo se posiciona como sinónimo de desarrollo y progreso”, indica el empresario.