El fenómeno de la sequía tuvo dos efectos contrapuestos a lo largo del 2022, que ahora empieza a traducirse en en los precios de la carne en las góndolas. Miguel Schiariti, presidente de CICCRA, analiza este tema y el escenario que se puede abrir a futuro.
Por: Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de Industria y Comercio de la Carne y Derivados de la República Argentina.
En los primeros meses de la sequía, los productores que iban viendo que empezaba a faltar pasto, hicieron destete precoz y/o adelantaron los destetes, dándoles a esos terneros dos destinos: la venta a “feedloteros” y el encierre a corral en los propios establecimientos, para alimentarlos con maíz y concentrado proteico.
En las dos alternativas el productor de cría perdió plata, pero, además, el encierro para alimentación a corral generó un adelantamiento de los animales gordos para consumo. Y la consecuente sobreoferta de terneros, que hizo caer el precio a valores ridículos. Al mismo tiempo, el precio del maíz subía de manera casi exponencial a medida que la sequía se agudizaba, por lo que los precios del ganado se fueron atrasando, mientras que el precio del maíz aumentaba.
En enero de 2022, el costo de la tonelada de maíz era de 19.000 / 20.000 $/ton, hasta llegar a enero de 2023 con un costo de 48.000 / 50.000 $/ton.
El precio del maíz subía de manera casi exponencial a medida que la sequía se agudizaba, por lo que los precios del ganado se fueron atrasando, mientras que el precio del maíz aumentaba.
Esta situación de precio del ganado “planchado” y alimento y otros costos en aumento, generó pérdidas, según la estructura de costos de, entre 7.000 y 15.000 pesos por animal terminado. Correlativamente, se continuaba adelantando faena mes a mes; a partir del mes de mayo, el aumento de la faena respecto del mes anterior fue del 18%, y en los meses sucesivos la
variación incremental osciló entre el 2,5 y el 7%, pasando de 974.000 cab/año en 2021 a 1.250.000 cab/año en el 2022.
Este aumento de la faena fue el responsable del atraso en el precio de ganado, con un mercado interno que iba perdiendo mes a mes el poder adquisitivo de sus ingresos. Durante el año pasado, el precio del ganado aumentó el 30% frente al 94,8% del IPC, mientras el precio de la carne en el mostrador aumentó el 42%.
Esa diferencia se debió al incremento de los gastos de industrialización, distribución y venta minorista. El aumento de los combustibles, energía, salarios, alquileres, etc., explican esa diferencia.
La situación de precio del ganado “planchado” y alimento y otros costos en aumento, generó pérdidas, según la estructura de costos de, entre 7.000 y 15.000 pesos por animal terminado.
Dentro de los productores ganaderos, los únicos que no sufrieron fuertes quebrantos fueron aquellos que padecieron la sequía
en menor medida. Recordemos que el 55% del país está bajo una sequía extrema y otro 30% está bajo una sequía suave.
El Poder Ejecutivo estaba cómodo con el atraso en el precio de la carne, por lo que no hizo ningún gesto ni tomó ninguna medida de trascendencia ¿Qué medidas se podrían haber tomado para paliar esta situación?
Liberar la exportación de los siete cortes que hoy continúa prohibida, eliminar las retenciones (aunque fuera temporalmente), unificar el tipo de cambio, eximir del pago del anticipo del impuesto a las ganancias a los productores afectados, declarar el desastre ambiental (que da mayores beneficios que la emergencia).
Es necesario que el Gobierno tome las medidas enumeradas para intentar recuperar el golpeado stock ganadero en pocos años. Recordemos que, de la última liquidación, luego de 12 años, solo recuperamos el 50%.