Los técnicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), acaban de publicar una serie de datos en la que explican por qué están estancados los rindes de la soja.
POR JOSÉ LUIS AMADO –PERIODISTA AGROPECUARIO- EXCLUSIVO PARA GRUPO LA VERDAD
Los técnicos coinciden en señalar en que es un problema con muchos factores, y que lo principal es un problema de fertilidad química (falta de fertilización) y fertilidad física de los suelos, ya que se relaciona con la disponibilidad de agua para el cultivo. En general, el problema genético queda por detrás. “Estamos muy lejos de poder aprovechar el potencial de los materiales de siembra”, comentan.
En general, los técnicos advierten sobre una degradación tecnológica en los últimos años: menos inoculantes, fertilización escasa, control deficiente de malezas y repetición de soja sobre soja en campos alquilados.
En este sentido, un agrónomo afirmó: “Para mí, lo más importante es la falta de fertilización, especialmente con fósforo. Al cultivo hay que invertirle para se exprese, hay que darle de comer, y hace mucho que no le ponemos en el plato una costeleta. En números, el margen promedio que le dejó a la gente la soja está entre los 100 a 120 u$s por hectárea y si fertilizas, tenés que descontarle a eso 20 u$s/ha”.
Desde Bigand, técnicos agregan: “Muchos productores usan variedades liberadas y muy antiguas”.
En tanto en Pergamino, el diagnóstico apunta a que “la baja rentabilidad lleva a una fertilización mínima y al uso de insumos genéricos de baja calidad”. Por su parte, en General Pinto, explican: “aparte de lo que llueve, la eficiencia de captación del agua es muy importante. En el mejor de los casos capturamos solo un 60%. Y esto depende de la fertilidad física de los suelos. El potencial de almacenamiento de los suelos también es otro índice en deterioro. Vemos problemas de compactación y falta de estructura, y metiéndonos en el tema químico, perdida de fósforo y micronutrientes, y algo que notamos cada vez más, acidificación de los suelos”.
¿Es un problema sólo de la soja?
Durante mucho tiempo las miradas sobre el estancamiento de los rindes apuntaron directamente a la soja. Sin embargo, los datos de campaña parecieran apuntar otra cosa.
Al comparar soja y maíz, es tan leve la tendencia positiva en ambos cultivos que indica que no hay una mejora significativa a lo largo del tiempo. Esto sale de analizar el gráfico sobre la evolución del rendimiento promedio de soja y maíz en región núcleo a lo largo de las últimas 16 campañas, exceptuando la 2022/23 por su sequía extrema.
En el caso del maíz, los rindes oscilaron entre 60 y 110 qq/ha, incluyendo la campaña de la sequía, mientras que la soja estuvo entre 25 y 42 qq/ha, con el mínimo también en la campaña 2022/23.
En el maíz se advierte una dispersión mucho mayor que en la soja; cuando rinde bien, se pueden obtener mayores retornos. Por el contrario, la soja es “más estable”, lo que contribuye a ser tomada como “caballito de batalla”, siendo más confiable en las “malas”, pero con menor margen de mejora bajo buenas condiciones climáticas.
La opinión de dos especialistas
Para Rodolfo Rossi, un referente fundamental en genética vegetal en Argentina, la clave no está en la genética sino en el manejo y el aprovechamiento del paquete tecnológico. “La ganancia genética en Argentina es comparable a la de Brasil, pero allá se aplica todo el paquete. Acá no se fertiliza ni se reponen nutrientes. En soja, más del 60% de los productores no devuelve al suelo lo que se lleva en fósforo y azufre”, explica.
Y agrega que la rotación no alcanza si no va acompañada de una nutrición adecuada: “El maíz extrae grandes cantidades de fósforo, azufre y necesita nitrógeno para rendir. La soja puede arreglarse con el nitrógeno, pero eso no justifica dejar de fertilizar.
También señala otro punto, que coincide con lo que se observa con la soja y el maíz en la región núcleo: “Se habla de la brecha con Brasil en soja, pero la diferencia en maíz con EE.UU. es todavía mayor”. En definitiva, Rossi coincide con la visión de los técnicos de la región: “Si el productor no ve márgenes, baja la tecnología… y así, no hay genética que pueda salvarlo”, explicó.
Según Matías De Felipe, especialista en ganancia genética, el problema del estancamiento de los rindes en Argentina no pasa por una falta de mejora genética. “La tasa de ganancia en los cultivares utilizados en el país no ha caído” asegura, y lo respaldan estudios recientes como los de Abdala et al. (2024) y De Felipe et al. (2016). “El mejoramiento genético ha estado orientado a maximizar el rendimiento potencial, dejando en segundo plano la estabilidad. Por eso, en ambientes degradados o en condiciones con bajo uso de insumos, como ocurre en buena parte del sistema productivo argentino, los materiales disponibles no logran expresar todo su potencial”.
Esa limitación, está ligada a un manejo agronómico deficiente típico de estrategias defensivas ante márgenes escasos y mucho más en situaciones de arrendamiento, como una fertilización inadecuada, la falta de rotaciones y a los vaivenes del clima.