Por qué se consume cada vez más carne de pollo y de cerdo

El consumo de proteína animal de los argentinos viene experimentando cambios que tienen motivaciones diversas, en cuanto a la participación de las distintas carnes -vacuna, de pollo y porcina, y en menor medida la ovina y la de pescado- pero donde el precio, el poder adquisitivo y los cambios en los hábitos de consumo son determinantes.

Según un informe de noviembre de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes de la República Argentina (CICCRA), entidad que agrupa mayormente a frigoríficos que abastecen el mercado doméstico, el consumo de carne vacuna el mes pasado fue de 47,7 kg por habitante por año, representando una caída de 4,5% (2,22 kg) respecto de igual mes de 2020.

En noviembre, el precio de la carne vacuna subió 10,8%, según un relevamiento del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). Fue el mayor aumento del año, acumulando, respecto de noviembre de 2020, 75,5%, y superando el 51,18% de inflación anualizada, medida por el INDEC.

A los 47,7 kg de consumo anual de carne vacuna de cada argentino, hay que sumar otros 46,5 a 47 kg de ingesta de carne de pollo, con el que piensa que cerrará el año el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) y otros cerca de 21 kg de carne porcina (19 kg de carne fresca y 2 a través de chacinados y fiambres) que, siempre en promedio, consumirá cada argentino al cabo de 2021, según datos, de Juan Luis Uccelli, titular de la consultora especializada JLU.

Esa estimación difiere de los 17,6 kg que informa el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, a través del Registro Único de la Cadena Agroalimentaria (RUCA), ya que ese dato solo toma lo declarado formalmente por los frigoríficos porcinos. Según Uccelli, allí no se contabiliza un 17 a 20% de faena informal.

Más carne porcina
El consultor señala que “la producción de carne porcina argentina terminará 2021 con un crecimiento de 7,7%, en toneladas (unas 70.000 t mensuales), en un año en que se exportó menos que en 2020 y ese volumen se volcó al mercado local.

También se importaron 13.900 t, en el primer semestre, y se estima que al finalizar el segundo habrán ingresado otras 23.800 t, mayormente de Brasil, y en menor medida de Chile y Dinamarca, siempre según datos de la consultora JLU. “Se colocó todo ese volumen porque la carne porcina fue más barata que la vacuna. Sin esas importaciones no hubiera subido la carne de cerdo, porque su precio lo fija el valor interno de la carne vacuna”, cuya media res ronda los $500/kg contra $295 de porcina, según explica Uccelli.

“Tampoco bajó la carne de cerdo porque la diferencia con la vacuna fue de entre 26 a 54%, según los cortes, con un promedio de 30% y tiene demanda, en un contexto de bolsillos más que flacos. Por esa razón la gente compra carne de cerdo, pagando un pechito a $500/kg, cuando el asado vacuno, corte equivalente, vale en promedio $ 850/kg, y el rendimiento es similar”, agrega.

Otros bolsillos
En tanto, Roberto Domenech, presidente de CEPA, destaca que “el precio del pollo tracciona y mantiene (la demanda), y ha logrado que se amplie nuestra clientela”.

Pero el crecimiento del consumo no es un fenómeno nuevo. “Hace por lo menos 10 años que las proyecciones mundiales preveían que para 2020 el pollo sería la carne más consumida del mundo. En 2019 alcanzó al cerdo y, entre 2020 y 2021, la ha superado, (en buena medida por la peste porcina africana que afectó a la producción mundial de cerdos). En Argentina se viene consolidando, desde hace 15 años, con un crecimiento del consumo anual de 1 a 2 kg por habitante, inclusive en años donde la carne vacuna no tuvo valores tan desproporcionados”, explica.

“La Argentina hasta hace 8 años era un país carnívoro vacuno por excelencia. Pero en los últimos 10 viene cambiando completamente sus hábitos de consumo, a lo que se suma que la carne vacuna sostiene valores internacionales y el pollo, año a año, baja su costo, producto de una mayor eficiencia productiva y por ende mejora su precio”, afirma.

A diferencia de la carne vacuna, el valor del pollo acompañó a la inflación, terminando el año con 50% de aumento, pese las importantes subas internacionales, que inciden en los precios locales, de maíz y soja, la base del alimento de las aves, que en algunos meses superaron a la inflación argentina.

Domenech destaca que “el precio de la carne de pollo creció 25% menos que la bovina y esto baja el mito que dice que si la carne (vacuna) aumenta, el pollo aumenta. El pollo ve sus costos y en función de ellos acomoda sus precios y nuestra clientela tiene una limitante en el bolsillo mucho más importante que la clientela de la carne bovina”.

El hábito se construye
Según datos de CEPA, el kg de pollo entero, según los precios acordados con el Gobierno, se ofrece en supermercados entre $160 a $200, y en las granjas y carnicerías, entre $200 a $230. En tanto, el kg de suprema ronda los $350 kg, el de pata-muslo $190 a $200 y el de alitas, entre $ 100 y $110.

“Pasar de 20 a 47 kg (por habitante y por año, el actual consumo de pollo en el país) es un proceso que se ha dado de a 1 a 3 kg por año, durante un período. Si no se construye el hábito, como ha sucedido, no se da el consumo actual”.

Par otra parte, actualmente no se producen en el país los 75 kg de carne vacuna por habitante y por año que se consumían hace 10 años. “Se producen los 45 kg que se consumen internamente y 10 a 15 kg más que se exportan”, sostiene Domenech.

La menor producción ganadera bovina, si bien viene repuntando en los últimos 5 años, se debe a que aún padece ineficiencias propias en la cría, como los bajos índices de destete (ternero logrado por vaca y por año), que hace décadas ronda el 65 a70%, y a políticas intervencionistas, que cíclicamente se reinstalan, como sucede actualmente. Estas conspiran contra una mayor producción que, por sus tiempos biológicos, tanto para los mercados interno y externo, necesita una planificación al menos de mediano plazo. Fuente Clarín

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