Llega el mes de mayo y lentamente se va abriendo la ventana de siembra de los cereales de invierno entre los que el trigo es sin duda la estrella de esta función. Mientras todos los sectores que viven de este grano ya se están sentando a la mesa y poniéndose la servilleta para participar del banquete, el productor todavía duda al respecto. Con lo cual uno recuerda el dicho popular que dice: «no se debe cocinar el pez antes de pescarlo».
POR: Mariano Fava – Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) – Posgrado en Agronegocios y Alimentos / @MARIANOFAVALP
Como es habitual antes de iniciarse campaña agrícola las diferentes empresas y organismos estatales realizan charlas para comentarle al productor las novedades en insumos, mercados y perspectivas climáticas. Ni bien empiezan las disertaciones se percibe la necesidad que todos tienen que el productor siembre, y la pregunta es: ¿al productor le conviene sembrar? Seguidamente vamos a hacer un análisis al respecto para tratar de pensar cual sería la mejor decisión.
Como todos sabemos la cosecha de trigo pasada fue un fracaso, ya que de los 23 millones recolectados en la campaña 21-22, que esperaban repetir en la 22-23, solo pudieron cosecharse 11,5 millones. Sin duda, semejante recorte de producción ocasionó una tensión muy fuerte por el stock, la cual el gobierno decidió disolver haciendo lo que más sabe, distorsionar el mercado con una fuerte intervención y destrucción de valor para el productor. A este desastre se le sumó la perdida de casi la mitad de la producción de la cosecha gruesa, donde todo el mundo comenta de los 20 mil millones de dólares que va a perder el país. Todos se lamentan por los efectos que tendrá para Argentina tal recorte de ingreso de divisas y comprenden la gravedad del asunto. Sin embargo, a nadie parece importarle demasiado lo que va a ocurrir con el verdadero dueño de esos potenciales dólares que no llegarán: el productor agropecuario.
Mientras la exportación respiró aliviada al poder posponer compromisos de embarques de trigo y decidieron hacer una diferencia vendiéndolo a la molinería lo que tenía comprado. Es por ello por lo que la industria se ha mostrado tranquila hasta aquí, pero en los próximos meses deberá salir a pujar por el grano que queda disponible en manos de los productores ABC1, es decir los más ordenados y que tranquilamente pueden llegar a la próxima cosecha sin vender, siempre y cuando no tengan que invertir en producir. La falta de humedad hace que muchos de estos productores se planteen seriamente la duda entre las alternativas de implantar cultivos de invierno teniendo que vender lo que posee para afrontar la inversión, quedarse con ese grano y pasar a la próxima siembra de cosecha gruesa, o finalmente una posición intermedia que es quizás lo que más probablemente ocurra. Es decir, sembrar los lotes que tengan buena humedad gastando lo menos posible.
De la producción de 11,5 millones de toneladas recolectadas se han vendido a la fecha el 71,5 % de las mismas. Eso representan unos 5,9 millones de toneladas que tenía la exportación y que volcó en su mayoría a los molinos, sumado a 2,3 millones que estos ya tenían comprado. Por lo tanto, quedan solamente 3,2 millones de toneladas por negociar, de las cuales hay que descontar la semilla, quedando un saldo extremadamente justo para poder empalmar cosechas y abastecer adecuadamente el consumo interno.
En el mundo se espera una siembra récord de trigo y en la Argentina también, la pregunta es si esa predicción finalmente se cristalizará en realidad. El contexto es de un stock mundial bajo de grano, un conflicto en el mar negro que sigue latente y con renovaciones periódicas del corredor libre de salida para los granos y fertilizantes. Por lo que ante este escenario la confusión está clarísima.
A modo de conclusión podríamos decir que sobran incentivos de mercado para implantar trigo, el inconveniente radica en el aspecto agronómico. Si bien es un cereal noble, de reconocida rusticidad, que nace con muy poca humedad y es capaz de pasar el invierno con bajos requerimientos, será un año que de que dependeremos más de que nunca que lluvias tempranas de fin de invierno o inicios de primavera. Pero con el riesgo si el niño finalmente llega como está pronosticado, de tener alta presión de enfermedades fúngicas como royas o fusarium y la alta probabilidad de brotado del grano en espiga.
En resumen, dependemos de que llueva durante el mes de mayo/junio para poder entrar en el negocio del trigo con un riesgo empresario razonable. En caso de que el agua se demore deberemos ser muy prudentes respecto de que lote sembrar y que lote no. Otro análisis importante será el paquete tecnológico para aplicar, la estrategia comercial a desarrollar y el modo de financiarlo. Fuente: www.eldiariodelapampa.com.ar