El Congreso «A todo Trigo», en un año complejo

Con el regreso de “A todo trigo 2022” presencial (2 días, 3 salones en simultáneo y 39 disertantes), una de las charlas de la primera jornada colocó un reparto de disertantes que sentaron las bases de lo que viene, en lo inmediato y en el mediano plazo.

Como primer resumen, podría anticiparse que la campaña no va a ser buena en números (superficie y rendimientos), en tanto que, oteando el horizonte, pareciera que el largo plazo tiene a la Argentina, casi inexorablemente como protagonista.

“Es una campaña de cosas positivas y negativas, hasta podría pensarse contradictoria”, disparó, como puntapié Daniel Miralles, Investigador IFEVA–CONICET, docente de la FAUBA y coordinador técnico del Congreso. Y agregó: “Por un lado, el precio del trigo está entre los tres más altos de la historia, pero los insumos aumentaron al doble de lo que vale el commodity, es ahí donde empieza a haber una contradicción, porque cuando vos ves la relación producto-insumos, es decir, cuántos kilos de trigo se necesitan por cada kilo de insumo utilizado, sean fertilizantes, herbicidas o fungicidas, vas a tener que producir el doble del trigo por cada unidad de insumo que el año pasado y que el valor histórico de los últimos 5 años”.

Para Miralles, hay un agravante en el tema de costos: el 75% de los fertilizantes que se usan en Argentina son importados. “El panorama no es muy alentador, -contó el investigador a Clarín Rural-, porque los valores de los rendimientos de indiferencia son altos, están en casi 4000 kg/ha en casi todas las regiones, por todo esto, creo habrá una reducción del área de superficie de 10%”. Esta reducción sería preocupante porque en algunas regiones, perder al trigo significa que no habrá cereal de invierno y “es grave en términos de la sustentabilidad de un sistema cada vez más intensificado”.

Por otro lado, echando un ojo a lo productivo, y los desafíos venideros, para Miralles, “cada vez más empezamos a tener parámetros que antes no considerábamos como la huella de carbono y las calculadoras de carbono para lo que viene que es vender bonos verdes o tratar de producir con la menor huella de carbono posible”. Y agregó: “De la mano de eso vienen los índices de EIQ, que es un coeficiente de impacto ambiental, esta es la agricultura que viene, lo ambiental y la cuantificación de lo que se hace”.

Fertilizantes, una de las llaves

Los últimos caños se ha demostrado que hay una relación consistentes entre el consumo de fertilizantes y los potenciales de rendimiento. “Desde el mejoramiento genético que ha potenciado los rindes sin resignar calidad, de hecho hoy se siembran grupos de calidad II o I y ya casi nada los grupos III, pero todo ese potencial está de la mano del consumo de fertilizantes”, opinó Miralles.

“Un equipo de riego que se amortizaba antes en 8 años hoy se amortiza en 3, porque se logra una mayor eficiencia y cada vez hay más productores que han adquirido equipos de riego en el oeste de Buenos Aires para mejorar los potenciales”, contó Miralles. Entonces, sentenció el investigador y profesor: “No hay restricciones genética, esta en el uso de insumos”.

¿Cuándo, cómo, dónde y para qué?

A su turno, Emilio Satorre, Profesor titular de la Cátedra de Cerealicultura de la FAUBA, advirtió que “la interacción entre suelo y clima explican del 60 y al 75% de la variabilidad de nuestro resultado agronómico, o sea, el ambiente juega su partido”.

Sin embargo, no todo es ambiente y para potenciar ese ambiente hay que tener todos los otros factores al máximo: “Hay una ley que rige la agricultura que se llama ley de óptimo que dice que ningún factor tecnológico se utiliza con más eficiencia que cuando todos los demás factores están cerca de su óptimo, entonces, si deterioramos algún componente estaremos no sólo en la necesidad de usar más insumos sino que al usarlos, lo haremos menos eficientemente”.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que, usualmente, pero más este año, el 55-60% de los costos del trigo será fertilizante, Satorre, se preguntó ¿Cómo aumento la eficiencia de uso de ese fertilizante utilizado? “Si hace todo bien, es decir, elige un ambiente de alta productividad, una variedad y planteo de alto rendimiento y está atento para proteger el cultivo de plagas, malezas y enfermedades ese cultivo, entonces, es muy probable que cada kilo de fertilizante que incorpore a ese sistema permita capturar buenos niveles de productividad que justifiquen altos niveles de fertilizante”, explicó Satorre. Sin embargo, en un caso opuesto de ambientes limitantes, variedades mal elegidas y poco cuidado en la protección del cultivo, eso casi irremediablemente puede conducir a resultados que no justifican ese incremento nutricional.

Satorre tiene un número: “Para justificar un aumento del nivel de fertilización por encima de 120-130 kilos de nitrógeno de suelo más fertilizante tenés que estar en el orden de los 5000 a 6000 kilos por hectárea de trigo, por debajo de ese nivel, es muy probable que cada kilo de fertilizante que vos estás poniendo no sea pagado con un aumento de productividad adecuado”.

En este sentido, para Satorre, será una campaña en la que “habrá que tomar un universo de decisiones y no va a haber un protocolo para todos igual, las elecciones serán bien específicas y con resultados finitos, muy ajustados”.

Ambiente, sociedad, y aumento de insumos

Satorre no soslaya los problemas que se han dado entre la ruralidad y lo urbano producto del uso de fitosanitarios y es consciente que pensar en aumentar el uso podría generar más rispideces. Sin embargo, mostró algunos datos que podrían atenuar ese conflicto.

“Los últimos años aumentó el uso de fitosanitarios banda verde, y esto ha ayudado a bajar la carga letal que cada unidad de producción incorpora a la producción de alimentos”, refirió de manera general. Y especificó: “Hemos pasado de 47 dosis letales de agroquímicos por kilo de grano producido en 1983 a 0,53 dosis letales de agroquímicos por kilo de grano producido en cultivos extensivos los últimos años, la reducción del impacto sobre la salud humana es de casi 100 veces”.

Para Satorre, el trigo tuvo mucho que ver en la “tremenda transformación” que ha tenido la agricultura argentina los últimos 30 años. “Desde 1991 en adelante la superficie se ha expandido se ha expandido a un ritmo e 723.000 hectáreas por año, lo que supone la incorporación de distintos factores productivos y tecnológicos, fue un proceso que tuvo la soja como estrella central hasta 2010, pero desde entonces las gramíneas han recuperado terreno”, contó durante su disertación.

¿Qué papel jugó y juega el trigo entonces? “El rendimiento del trigo desde 1990 hasta ahora ha ido aumentando continuamente a una tasa de 34 kg/ha por año a nivel nacional, este escenario acelera a partir del siglo XX con regiones en las que el incremento ha sido de 100 kg/ha/año”, repasó Satorre. Eso lo comparó con datos que muestran que entre 1991 y 2007 el rinde medio de trigo era 2200 kg/ha y entre 2008-2021 pasó a 2800 kg/ha.

“Pero el impacto más importante del cultivo de trigo a nivel nacional se puede cuantificar comparando superficie y producción total, la superficie casi no cambió entre el periodo 1999-2003 y el más reciente 2017-2021; antes era de 6,4 millones de hectáreas (M/ha), y ahora de 6,5 M/ha, sin embargo, mientras que hace 20 años se produjeron 14,6 Mt por año; las últimas cuatro campañas se promediaron 19,5 millones de toneladas por año, o sea, cada 3 años producimos una cosecha más que la de aquel momento”.

“Eso se debe al impacto de la componente tecnológica en la productividad de trigo, pero tiene además una connotación muy importante a nivel nacional, porque aumentamos la superficie con doble cultivo, pasamos de una superficie total del 10% al 18% de la soja sembrada sobre otro cultivo (mayoritariamente trigo, con algo sobre cebada), en otros términos, pasamos del 54% al 65% de soja sembrada sobre un cultivo de invierno”, repuso Satorre.

El investigador marca como importante dos cuestiones: por un lado, el factor humano, el esfuerzo de productores y técnicos, que se capacitaron y aprendieron para liderar cambios. Y el otro es la velocidad con la que se producen transformaciones tecnológicas. “En la tecnología han cambiado dos cosas importante: la agricultura por ambientes antes llamada agricultura de precisión, que ha aumentado más de 3,5 veces desde comienzos de siglo; por otro lado, las AgTechs, que sirven para la determinación de ambientes como para la medición de respuestas que las tecnologías tienen en esos ambientes”, enumeró.

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