El silencioso derrumbe del limón tucumano

Producir limones hoy en la Argentina es un negocio que arroja fuetes quebrantos.

Según cálculos de la Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán, se pierden de 7 a 25 dólares por hectárea cuando seta de fruta fresca para exportación y de 5 a 15,50 dólares por hectárea en el producto que tiene como destino la industria. La crisis se viene arrastrando desde hace varios años y es consecuencia de una importante sobreoferta, que enfrenta una demanda sumamente inelástica.

“Alrededor del 70% de las exportaciones de la provincia de Tucumán se originan en actividades agroindustriales. A su vez, la citricultura -y su industria vinculada- es la actividad que genera más divisas para la economía tucumana. La agroindustria citrícola es responsable del 50% de las exportaciones de la provincia”, afirma Daniela Pérez, jefe de Economía y Estadísticas de la Estación Experimental Obispo Colombres.

“Históricamente Tucumán ha exportado un 30% del limón que produce como fruta fresca, un volumen que equivale a 300.000 toneladas, que representan el 90% de las exportaciones argentinas de ese producto”, agrega.

No obstante, “en los últimos cinco años hubo una disminución en los volúmenes de exportación de limón, principalmente en las cantidades enviadas a Europa, primer destino del producto argentino, en el que viene perdiendo competitividad frente a Sudáfrica; solo hubo un incremento de los embarques a Estados Unidos”, lamenta.

El resto del limón producido en Tucumán (70%) se procesa y se obtiene aceite esencial (el producto de mayor valor por tonelada), jugo concentrado y pulpa y cáscara deshidratada. Estos productos también se destinan mayoritariamente al mercado externo y representan alrededor del 80% de lo exportado por el país en estos rubros.

La fruta tucumana y los subproductos tienen excelente calidad e inocuidad, por lo que cumplen con los requisitos de los mercados más exigentes, como el europeo o el estadounidense. El clúster citrícola tucumano se caracteriza por responder a estándares globales de sustentabilidad, con una altísima trazabilidad en sus productos cumpliendo con normativas como Global G.A.P. y también indirectamente trabajando en los Objetivos de la agenda 2030 especialmente en los ODS 5, ODS 8 y ODS 17.

“Hasta hace unos años, la superficie implantada con limón en la provincia comprendía aproximadamente 47.000 hectáreas, con una tasa positiva de plantación. Sin embargo, desde 2022 viene experimentando una tendencia decreciente, que incluye la extracción de plantas y el abandono de muchas quintas cítricas, por lo que decayó a 42.000 en la actualidad”, revela Graciela Rodríguez, de la misma institución.

Esta situación es consecuencia de una combinación de variables desfavorables: por un lado, el clima impactó negativamente en la productividad (sequía y altas temperaturas en campañas pasadas y temporales intensos en la actual). Por otro lado, influyó la caída de la rentabilidad, provocada por altos costos, tipo de cambio poco favorable, y particularmente, el marcado descenso en los precios de la fruta para exportación e industria.

Resultados

En 2022/23 los gastos de nutrición y protección del cultivo para la producción de fruta con destino a exportación, considerando un modelo con plantas de más de nueve años, se ubicaron entre 2500 y 3000 dólares por hectárea.

Los fertilizantes y productos utilizados para la protección de la planta y la fruta -fungicidas, acaricidas e insecticidas principalmente- representaron un 65% de este gasto, mientras que su aplicación y las prácticas culturales, las tareas de poda y el manejo de malezas, configuraron el 35% restante. Para la campaña 2023/24, este gasto se ubica entre 3000 y 3500 dólares por hectárea, aunque en determinadas situaciones trepa a los 4000 dólares por hectárea.

La calidad de la fruta se determina en el campo. “Las condiciones climáticas en esta campaña, con intensas precipitaciones y vientos, pueden condicionarla negativamente y generar un menor rendimiento de fruta de calidad para exportación, además de un mayor gasto. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los productos químicos cuyo uso está permitido en limón comprenden un limitado y exigente listado”, condiciona Virginia Paredes, técnica de la estación. Si el destino de la fruta es solamente la industria, el manejo sanitario es diferente y el gasto puede estar en el orden de los 1500 a 2000 dólares por hectárea, siempre considerando valores sin IVA.

La productividad promedio del limón tucumano oscila alrededor de las 40 toneladas por hectárea, de modo que el costo por tonelada de fruta puesta en el árbol se ubica entre 75 y 88 dólares por tonelada para el limón fresco, con destino a exportación, y en 38 dólares por tonelada para la fruta destinada a la industria.

A este gasto de producción hay que agregar el de estructura, muy dependiente de la escala de la empresa y de su gestión, pero que puede implicar entre 300 y US$500 por hectárea, es decir otros 7,5 a 12,5 dólares más por tonelada en empresas pequeñas y medianas.

Además de los altos costos, la producción enfrenta una oferta global que supera la demanda, con la consecuente caída de los precios internacionales, disminución que se replica a nivel doméstico. La reducción de valores se siente especialmente en el valor que paga la industria, pero tampoco el valor de la fruta para exportación es atractivo y está muy lejos de permitir un equilibrio económico, como lo hizo en otras épocas.

Si se considera que en este momento, el precio la fruta de muy buena calidad con destino a exportación ronda los 75US$/t, se pierden de 7,5 a 25,5US$/t. Con un precio de la fruta que va a industria entre 30 y 40 US$/t, se genera un quebranto de 5,5 a 15,5US$/t. Es decir, para esta campaña todos los números de la citricultura son negativos, al menos para la actividad primaria.

Esta situación es de alto impacto para Tucumán “porque la actividad citrícola es la más importante desde el punto de vista de las divisas que ingresa, pero también por el empleo que genera y por las empresas anexas, tanto proveedoras de insumos como de servicios. A esto se le deben sumar las potenciales inversiones que la citricultura podría atraer para generar nuevos productos de alto valor vinculados a la farmacopea, a la estética, a la química, etc. o el potencial que presenta para el desarrollo de bioenergías y soluciones basadas en la naturaleza”, apunta Paredes.

Sofía Sigstad es productora de limones y caña de azúcar en Tucumán. A su juicio, la crisis de rentabilidad del limón proviene de la sobreproducción mundial. “Hace unos años hubo un precio excepcional para el producto por una helada que provocó el fracaso de la cosecha, lo que provocó una puesta en marcha de muchas plantaciones en nuestro país, España y Sudáfrica. Eso generó la oferta excedentaria que se ve ahora, que se enfrenta con una demanda inelástica, lo que derrumbó al precio”, explica y da como ejemplo de la crisis que en España quedaron con 300.000 toneladas de limones sin cosechar.

“Pasó lo mismo que con el arándano, que tuvo un momento de furor pero luego cayó por tener demanda inelástica. Por más que el precio del limón esté muy bajo, los consumidores no van a ponerle más jugo a las milanesas o a la ensalada; en la industria hay stock guardado para abastecer el consumo de dos años”, destaca.

“En la actualidad se vive una crisis entre los productores de limones, mucho de los cuales siguen enamorados de los cultivos y aguardan pacientemente un cambio, pero no hay soluciones mágicas a la vista; la rentabilidad negativa del negocio no va cambiar en lo inmediato”, adelanta la productora.

La situación podría haber empeorado mucho si el gobierno hubiera aumentado las retenciones de las economías regionales al 15% como se había intentado a comienzos de año. “Habría sido el golpe de gracia para la actividad”, proyecta Sigstad. “Es bueno que los gobiernos busquen eliminar el déficit fiscal, pero no deberían hacerlo a costa de la micro, qué es lo que mueve la macroeconomía después”, critica.

Para mejorar la situación del actividad, Sigstad pide que el gobierno desarrolle una correcta política exterior y suscriba tratados de libre comercio para colocar la producción en nuevos destinos. También debería bajar el “costo argentino” -impuestos, fletes, etc.- por lo que el limón argentino resulta más caro que el de competidores de Sudáfrica y España.

Algunos productores incursionan en la producción de limón orgánico, pero este producto también tiene fuertes vaivenes de precios a lo largo de los años y ha llegado a valer menos que el limón producido de manera convencional. Sigstad desarrolló este producto garantizando su condición orgánica y vende la fruta con marca propia –Biotuc- realizando el acondicionamiento y el empaque.

Exige llevar adelante el cultivo sin usar fertilizantes químicos, insecticidas ni herbicidas durante todo el ciclo. En su quinta, Sigstad utiliza insecticidas biológicos con Bacillus turingiensis y Bauvera sp y fungicidas a base de Trichoderma sp. Los productos orgánicos dan lugar a menores rindes por hectárea, pero tienen la ventaja de menores costos de producción, un factor de peso en años de bajos precios.

Por otro lado, Sigstad diferencia que la situación del productor primario puro es distinta del que tiene integración con la industria. Esta figura consiste en suscribir convenios con las plantas procesadoras, para producir y comercializar jugo o aceite esencial por cuenta del citricultor.

Quienes están abandonando la actividad limonera en Tucumán, se orientan hacia la caña de azúcar, aunque este cultivo también sufre altibajos de precios. “La bolsa de 50 kilos valía 32.000 pesos en octubre de 2023 y ahora se vende a 23.000, con una inflación muy alta del medio”, compara Sigstad. La inversión para la plantación de caña fluctúa de 800 a 1000 dólares por hectárea, que se amortizan en cinco-seis años.

Otra posibilidad es la producción de naranjas, que recuperaron precio luego de muchos años de cotizaciones de quebranto. Otros citricultores están dirigiendo la mirada a la nuez Pecán y hacia las hortalizas.

En síntesis: luego de varios años de bajos precios, los productores de limones están en una situación económica muy comprometida, sin soluciones fáciles a la vista. Los márgenes no cierran y se espera que la actividad siga por un plano inclinado si no se toman medidas para revertir la angustiante situación. Las alternativas al limón que enfrentan los productores primarios no son muchas ni fáciles. Un problema serio para la economía tucumana y de la región.

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