La historia del Arado

La aparición del arado marcó un antes y un después en la historia de la agricultura. Primero, porque hizo más fácil el duro trabajo de labrar la tierra; y segundo, porque mejoró la cantidad y la calidad de los cultivos al resolver el tema malezas y al facilitar la siembra e semillas a mayor profundidad y por lo tanto fuera del alcance de roedores y aves.

El uso del arado por parte del hombre es tan antiguo que no existen certezas respecto al momento exacto de su aparición. Se dice que su origen se encuentra en las culturas antiguas de Mesopotamia, Egipto, China e India, alrededor del 3000 a.C., es decir hace unos 5.000 años.

Los primeros arados rudimentarios probablemente fueron desarrollados por comunidades agrícolas prehistóricas, y su diseño fue mejorando con el tiempo en diferentes partes del mundo. Sí se conoce que su construcción era totalmente en madera, formados por una sola rama gruesa y se lo operaba mediante tracción humana.

Tampoco se puede atribuir su invención a persona alguna, ya que ha evolucionado a lo largo de la historia y en diferentes culturas. Con el paso de los años se usaron bueyes para arrastrarlo, más acá en el tiempo se usaron los caballos y finalmente desde principios del Siglo XX se utiliza la tracción mecánica, es decir el tractor.

Lo cierto es que el arado fue una evolución de otra herramienta aún más sencilla: la azada. La idea es sencillamente remover el terreno. Tan simple como eso, pues al hacerlo, el suelo se airea, se hace más poroso y capta mejor el agua de la lluvia, y se facilita así el trabajo a las raíces de las plantas que luego crecen.

Aquel utensilio rudimentario con el paso del tiempo se mejoró. Se puso mango para guiarlo y la madera se curvó para que entrara mejor en el suelo. Pero el gran avance lo hicieron en el Mediterráneo: el arado romano fue la base de todas los demás que vinieron.

Se conoce que época de los romanos apareció una gran evolución, pues como estos sabían cómo hacer metales, le diseñaron una cuchilla y una vertedera construida en hierro.

Ese arado, que penetraba en la tierra y la volteaba con la vertedera dejando abierto un gran surco en su recorrido, se expandió con gran éxito por toda Europa.

Poco después, ya durante la Edad Media, el diseño del arado continuó evolucionando. Se le agregaron ruedas y mejoras en su estructura y se desarrollaron diferentes tipos de arados según las necesidades regionales.

Llegado a este punto hay que aclarar que hay quienes dicen que los griegos usaban el arado antes de que los romanos, pero fue durante el imperio romano que se generalizó su uso en toda Europa.

De todas formas, durante mucho tiempo se mantuvo la estructura básica de arado, hasta que en el siglo IX se le colocó una punta metálica para mejorar el corte y la resistencia.

A principios del Siglo XI, el arado tuvo otra mejora importante: se le puso ruedas. Esto facilitó las cosas, ya que no es lo mismo arrastrar algo que hacer rodar algo. Otra mejora, fue poner la hoja ligeramente inclinada de lado, por lo que el suelo que se removía quedaba girado a volver a caer. Este arado medieval se llamó Normando, de Vertedera o Carruca.

Y finalmente, se comenzaron a poner diferentes arados unidos para labrar más ancho y hacer más surcos en cada pasada. Claro que para esto ya no servían los bueyes ni los caballos, así se pasó a la arada con tractores.

El arado Rotherham

En 1730, el holandés Joseph Foljambe, construyó en Inglaterra un arado de forma triangular que reducía la tracción aprovechando mucho mejor la fuerza de tiro del caballo que se utilizaba por aquel entonces.

El invento de Joseph Foljambe marcó un antes y un después en la fabricación de los arados. Ese invento, conocido como arado Rotherham, marcó el comienzo de la fabricación industrial de esa herramienta. Este acontecimiento desembocó en su desarrollo imparable afectando el diseño y la funcionalidad de las herramientas agrícolas de ese momento.

A partir de allí surgieron otros inventores que se encargaron de perfeccionar la creación de Joseph Foljambe que, aunque en épocas antiguas se habían visto grandes innovaciones en el área de la agricultura, el arado realizado por él es lo más similar a uno de hoy en día, los cuales guardan su característica esencial.

Foto de Joseph Foljambre.

Luego del arado Rotherham surgieron las fabricaciones industriales, llegando a construirse en el año 1808 un arado completamente de hierro. Este fue creado por el inglés Robert Ransome.

Un poco más acá en el tiempo, ya en 1837, un herrero norteamericano de nombre John Deere, sustituyó la cuchilla de hierro fundido por otra hecha de acero pulido con lo que cambió para siempre la forma de su diseño mejorando de forma sustancial las labores de arada.

El arado ha desempeñado un papel crucial en la agricultura y la civilización humana, pero su evolución ha sido un proceso gradual y colectivo a lo largo de milenios.

En resumen, el arado ha pasado por una larga evolución desde su origen en las civilizaciones antiguas hasta convertirse en una herramienta fundamental en la agricultura moderna, con mejoras continuas en diseño y tecnología a lo largo de los siglos.

Expansión del arado

La introducción del arado fue probablemente precedida por un estadio anterior en el Próximo Oriente, durante el cual se utilizaron diversos instrumentos de labranza (laya y azadón).

Desgraciadamente, estos instrumentos fabricados en madera quedaron sin protección y no pudieron ser preservados en el clima seco del Oriente mediterráneo, en cambio, se descubrieron arados prehistóricos en las turberas de Dinamarca y, excepcionalmente, en las tumbas egipcias.

El modo de difusión del arado mesopotámico permanece desconocido. No obstante, el uso de un arado a dos manceras es atestiguado, más o menos en la misma época. En Egipto, su presencia se destaca en escenas de la vida agrícola pintadas en las paredes de numerosas mastabas e hipogeos. Y, sobre todo, cuantiosos jeroglíficos son testimonio de su temprana existencia en el valle del Nilo.

Historia del arado en Egipto

El arado egipcio, posee una pieza donde se embute la reja o cuchilla llamada dental. Sin embargo, no parece ser que la reja haya estado dotada de una pieza de metal o de piedra, ya que no existe ninguna representación gráfica de ella.

En el Antiguo Egipto, el campesino utiliza su arado tirado por vacas para voltear la tierra sobre el grano. La labranza se hace esencialmente con el azadón, lo que se explica por el hecho de que las tierras aluviales fueron preparadas por la crecida anual del Nilo. Y que la labranza como tal no es absolutamente necesaria.

Historia del arado en la Grecia antigua

Hesíodo, el gran poeta griego del siglo VIII a.C., nos dejó en su obra Los trabajos y los Días una descripción poético-realista de la vida del campesino en la Crecía antigua. En un pasaje del libro II ordena al campesino preparar la labranza: “Cuando el bosque, cortado por el fierro, se vuelve incorruptible; cuando las hojas caen y la savia se detiene en las ramas, entonces, acuérdate de que es tiempo de cortar tu madera…”.

“Lleva a tu hogar, si lo encuentras en la montaña o en los campos, un mango de arado en madera de enema; es el mango más sólido para hacer trabajar a los bueyes. Un alumno del Ateneo le adaptará un timón y lo fijará al dental con clavos. Entonces, cuando trabajes en tu hogar, dispón de dos arados, uno ensamblado y el otro compacto. Esto es lo mejor”.

“En efecto, si rompes uno, amarrarás el otro a los bueyes. Los timones más fuertes son de madera de laurel o de olmo; el cuerpo del arado es de roble y el mango en madera de encina. Compra dos bueyes machos de nueve años. Cuando están al término de su juventud, su fuerza es máxima y son excelentes para el trabajo. No se pelearán para nada, quebrando el arado o dejando la labor inacabada”.

“Que un hombre de cuarenta años los siga, habiendo comido ocho bocados de pan cortado en cuatro. Preocupándose de su labor, trazará un surco derecho, no se distraerá con sus compañeros y estará completamente abocado al trabajo”.

Historia del arado en Europa

La Europa de la edad del bronce, utiliza el arado para la labranza. En los grabados rupestres descubiertos en Francia y en Suecia y que representan arados (hacia el 3500 a.C.), éstos no tienen dos manceras sino una sola.

Los especialistas juzgan esta transformación muy importante, y ven la adquisición de una habilidad técnica suplementaria. Posteriormente, se expanden desde Europa occidental hasta la India distintas variantes de arados. Estos difieren por su estructura y por el tipo de trabajo para el que están adaptados.

Los arados permiten roturar simétricamente la tierra. Este tipo de labor hace que los granos de tierra, se viertan siempre del mismo lado del surco, mientras que la labranza asimétrica lleva a los granos a verterse a la derecha y a la izquierda alternativamente en cada pasada del arado, formando así pequeños caballones de tierra.

El Arado de Mancera

La “mancera”, también conocida como “esteva”, es la pieza de madera que está colocada en la parte trasera del arado, sobre la cual coloca sus manos el operario para dirigir la reja y apretarla contra la tierra.

El nombre “arado de mancera” viene probablemente de la palabra del latín: manus, que significa “mano”. Se entiende que hace referencia a que se tomaba el arado con ambas manos para conducirlo.

Los modelos más comunes son para un solo buey o caballo, aunque también hay para una yunta. Incluso los más pesados están hechos para dos o más yuntas. El timón de estos arados es corto y el tiro para la yunta se hacía con una soga de cuero o una cadena.

Para regular la penetración en el suelo se utilizaba una rueda de profundidad en la parte delantera del timón, el cual posee altura regulable. Para roturar y voltear la tierra se emplea una sola vertedera y dos para hacer el surco al cultivo.

Dato curioso

En siglos pasados, una de las labores más buscadas era el de conductor de arados. A quien realizaba esta actividad se lo llamaba “el mancera”. Si conocés a alguien que tiene el apellido “Mancera”, le podés explicar que proviene de ese noble trabajo. Pues ese apellido deriva al agregársele el nombre de la persona, por ejemplo: “Antonio el mancera”.

El arado en Argentina

Si bien América fue descubierta en 1492 por el marino genovés Cristóbal Colón, se sabe que lo que es hoy el territorio de Argentina se descubrió en 1516 por Juan Díaz de Solís.

Esto es importante en la historia del arado, porque también hoy se conoce que fueron los españoles postcolonización los que trajeron a la Argentina los primeros arados.

El Cuaderno 5 del Instituto nacional de Antropología editado en el año 1964 bajo la dirección de Julián Cáceres Freyre destaca en una investigación escrita por Manuel María Roca en la página 101 del mencionado Cuaderno que el arado era un instrumento totalmente desconocido en América y que fueron los españoles quienes lo trajeron por primera vez. Incluso, se sabe que los españoles trajeron distintos modelos de arados los cuales, a excepción de la reja de hierro, estaban construidos todo en madera.

La arada hoy

Labrar la tierra mejora mucho el rendimiento de los cultivos, pero también tiene inconvenientes: los nutrientes se pierden rápidamente al ser arrastrados con más facilidad por las lluvias, provocando mayor erosión del suelo. Por eso, ahora existe la tendencia de tratar de eliminar las herramientas de roturación de los suelos, algo de los cual Argentina es referencia a nivel Mundial con la Siembra Directa y la consecuente labranza cero.

De todas formas, si actualmente el planeta puede generar alimentos para sus 8 mil millones de humanos que lo habitan, es gracias a que un día hace cinco milenios un labrador de Mesopotamia tuvo la idea de unir dos bastones y hacer que un animal lo arrastrara. Luego esa herramienta se llamó arado.

Foto de un arado Romano.


Foto de folleto de un arado marca Oliver de 1870.

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