La napa de agua, de salvadora a verdugo

La ubicación de las napas en los suelos agrícolas es clave para la “suerte” de los cultivos. Predecir su comportamiento, con simples freatímetros Internet de las Cosas e Inteligencia Artificial, es un desafío para los productores.

Por Carlos Becco – El autor es especialista en tecnologías agropecuarias.

No es sorpresa sostener que los productores agropecuarios viven obsesionados con el clima. Estoy seguro que no exagero cuando afirmo que todas las conversaciones en el campo comienzan alrededor de este tema. En realidad, la situación es aún más compleja: la relación de los productores y la lluvia es de una insatisfacción permanente. Muchas veces por defecto, otras por exceso, lo cierto es que no existe el concepto de lluvia apropiada.

El productor vive mirando al cielo o -gracias a la digitalización- chequeando su smartphone- preguntando por ella. Muchas veces ansiando su llegada, otras rogando para que termine. Para hacer esta relación aún más compleja algunos productores canalizan sus demandas vía algún santo o santa de confianza o probada trayectoria en estas lides. Nada de ello es extraño en una industria “a cielo abierto” donde los resultados económicos son altamente dependientes de la particularidad meteorología del ciclo agrícola.

Hasta hace relativamente muy poco tiempo los productores subestimaban o -literalmente desconocían- el impacto del agua que no vemos: el agua subterránea o las napas freáticas.

Un enorme porcentaje de la superficie agrícola argentina (que algunos expertos estiman en 10 millones de hectáreas) tiene su productividad condicionada por la presencia del agua subterránea. Las napas de agua tienen la capacidad de ser un extraordinario aporte para los cultivos, pero -al mismo tiempo- pueden representar una amenaza oculta de efectos devastadores. He aquí -una vez más más- una complejidad difícil de interpretar y -más aún- manejar.

Una napa a la profundidad de las raíces es -casi- una garantía de rendimiento y un seguro para eventuales sequías, pero cuando la misma se acerca peligrosamente a la superficie y -sobre todo- cuando su contenido salino supera ciertos umbrales puede ser catastrófica para los cultivos. Nos enfrentamos así -una vez más- con la típica ambigüedad del campo donde la única respuesta segura es “depende” y por ello es imprescindible conocer más.

En la medida que la conciencia sobre la importancia y la presencia de las napas se ha extendido, conocer, entender y -mucho más difícil aún- predecir su comportamiento se ha convertido en un enorme desafío para los productores.

“Ambientes con napa”, un legado del pionero Héctor Baigorrí
Nuestro recordado Héctor Baigorrí (ingeniero agrónomo de rica trayectoria desde INTA Marcos Juárez) fue de los primeros en hablar de “ambientes con napa” y recomendar su monitoreo permanente. Siguiendo su visión poco a poco la Pampa Húmeda se fue llenando de “freatímetros”: instrumentos que permiten medir la profundidad de la napa. Gracias a ellos los ingenieros agrónomos tienen en cuenta -cada vez más- al agua que no vemos y han podido comprobar su positiva influencia.

Es contundente la experiencia del Ing. Agr. Luis Verri, que a lo largo de 20 años ha demostrado cómo -en ambientes donde los cultivos pueden aprovechar la napa freática- el impacto del clima sólo explica un 33% del rendimiento, mientras que en ambientes sin este beneficio el clima explica más del 50%. En sus palabras, una manera de producir “sin mirar para arriba”.

Monitorear “freatímetros” se ha convertido en una tarea habitual para los ingenieros agrónomos. Sin embargo, es muy difícil poder “dimensionar” la distribución de las napas a partir de mediciones puntuales.

Con todo, la revolución digital del agro nos ha traído una herramienta que un tiempo atrás hubiera parecido ciencia ficción: mapas digitales de la profundidad de las napas. Gracias a la incorporación de sofisticados sensores, a los “freatímetros” conectados con redes LoRa –una tecnología ideal para conexiones de redes IoT (Internet de las Cosas, por sus siglas en inglés) a grandes distancias- sumados a algoritmos de AI (Inteligencia Artificial, por sus siglas en inglés), nos permiten monitorear el nivel de las napas desde el confort de nuestra oficina y organizar nuestra planificación gracias a una tecnología que pareciera diseñada por la NASA pero que ha sido creación de emprendedores argentinos, como el Ing. Agr. Sergio Rang, desde Laboulaye, Córdoba.

Gracias a esta nueva visión, la definición de ambientes propia de la agricultura digital incorpora una nueva dimensión. En breve, ya no sólo podremos conocer su profundidad sino también las características de las mismas. Por ejemplo, podremos saber -en tiempo real- su contenido de sales y nitratos. Gracias a ello podremos comenzar a monitorear y prestar más atención a otra de las materias pendientes del agro en cuestiones de sustentabilidad: nada menos que la contaminación de las napas con nitratos, como resultado de procesos de fertilización y -de esta manera- seguir avanzando hacia el uso más eficiente de los fertilizantes nitrogenados.

¿La agricultura digital nos permitirá dejar de depender del clima? De ninguna manera, los agricultores del futuro seguirán manteniendo su permanente insatisfacción con el clima. Sólo que cada día tendrán más información y más herramientas para poder enfrentar sus caprichos y seguir reduciendo su dependencia.

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