Para el Frente de Todos, el campo constituye un actor difícil de satisfacer, del cual trata de obtener la mayor cantidad de recursos posibles, lo que afecta el equilibrio de una coalición llena de conflictos y divisiones.
Por Sergio Berensztein, Doctor en Ciencia Política (University of North Carolina, Chapel Hill) y Licenciado en Historia (UBA). Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, se desempeña como analista político.
Más allá de las chicanas y de las típicas polémicas por el número de asistentes, lo cierto es que la movilización de los productores agropecuarios que tuvo lugar en la tarde del sábado constituyó no sólo el hecho político más saliente del fin de semana sino que, por su trascendencia y por la singular coyuntura que vive el país, permite extraer un conjunto de aprendizajes o lecciones que son particularmente importantes para entender los problemas de acción colectiva que caracterizan al sector, la capacidad de la oposición para capitalizar sus reclamos y la compleja relación del gobierno con «el campo».
Seguramente hay más material de análisis y reflexiones que pueden hacerse a partir del «tractorazo» del sábado pasado, pero me voy a centrar en estos ejes fundamentales.
El campo arrastra un viejo problema
El campo carece de capacidad para representar sus intereses de forma efectiva y permanente. Existen múltiples organizaciones que representan a distintos segmentos de esta enorme y fundamental cadena de valor, pero esta fragmentación conspira contra la posibilidad de lograr una voz coherente, potente y lo suficientemente versátil como para navegar las aguas siempre tumultuosas de la vida política nacional.
En efecto, el campo carece de un «lobby profesional», especializado en negociar con los distintos actores que apuntan a regular o incluir en las políticas públicas que afectan al sector, ya sea a nivel federal como también provincial e incluso local. Esto se vio reflejado el sábado pasado, cuando productores «de carne y hueso» vinieron a la ciudad de Buenos Aires a hacer oír su voz: si tienen que hacerlo personalmente, es porque no han sabido, querido o podido coordinar una estrategia más lógica teniendo en cuenta lo importante que son.
Como es sabido, la Mesa de Enlace prefirió no apoyar esta movilización, a pesar de disidencias internas sobre todo en la Sociedad Rural y en Confederaciones Rurales Argentinas que son, junto con Federación Agraria y CONINAGRO, quienes integran dicha mesa. Esto tampoco es del todo sorprendente. En verdad, los productores que organizaron este «tractorazo» vienen desde hace tiempo construyendo un tejido asociativo que tiene como origen a los «autoconvocados» que en ocasión de la 125 fueron clave para sostener el reclamo de quienes cortaban las rutas y presionaban a los integrantes de la Mesa de Enlace.
De todas formas a casi 15 años de ese gran conflicto, la primera revuelta fiscal en la historia argentina, es bastante notable que el campo continúe sin desarrollar formas más sistemáticas, eficaces y profesionales de influir en la agenda pública y comunicar sus demandas.
El campo y la oposición
Desde su surgimiento en marzo del 2015, la principal coalición opositora estableció un vínculo estrecho con el campo. Ya en las protestas del 2008 hubo un acercamiento con algunos dirigentes que más tarde integrarían JxC, que se mantuvo con intermitencias los años posteriores, pero sin duda hubo una participación crucial de muchos de quienes participaron en dicho conflicto como fiscales (sobre todo, pero no únicamente, en las elecciones del 2015) para garantizar la transparencia de esos comicios.
A pesar de que el gobierno de Mauricio Macri no pudo continuar su promesa de reducir las retenciones como consecuencia de la crisis macroeconómica desatada en abril del 2018, lo que generó decepción en muchos integrantes de la cadena agroindustrial, esta relación especial se ha mantenido hasta nuestros días.
Sin embargo, la amenaza que implica para JxC el fortalecimiento del fenómeno libertario y en particular la figura de Javier Milei, que hasta ahora descansa en un electorado primordialmente urbano, convierte al campo en un sector aún más importante para JxC. Esto explica la presencia de muchos de los principales referentes de ese espacio, como Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, o los tweets de apoyo del propio Mauricio Macri y de Facundo Manes, por ejemplo.
Es cierto que Javier Milei envió un saludo desde la ciudad de Mendoza, donde fue la figura estelar de un acto proselitista, pero eso en sí mismo marca de algún modo la distancia que aún existe con el sector. Claro que el reclamo por reducir la presión fiscal es un común denominador entre los reclamos del campo y el discurso libertario. Eso es una amenaza para JxC: si no definen una propuesta económica integral propia, clara y bien comunicable, el «momentum» de Milei puede consolidarse y seducir también a muchos integrantes de la «ruralidad».
Las tensiones entre el kirchnerismo y el campo, un clásico de la política
Desde 2006 en adelante, cuando el «primer kirchnerismo» aceleró su giro intervencionista y populista, se ha registrado un sinfín de tensiones y conflictos que en la mayoría de los casos no pasaron a mayores pero que en otros, como vimos este sábado, dispararon una masiva movilización con importante presencia de múltiples provincias.
La cuestión tributaria, sobre todo las retenciones, fue siempre un tema primordial, pero nunca el único. Asuntos más generales y de índole cultural-identitaria, como la reivindicación de la «ruralidad» como forma de vida, o bien puntuales y concretas, como ocurre ahora con la falta de gasoil y otros insumos importados, han sido también una parte fundamental de los reclamos del sector.
Durante algunas etapas, como la actual, los funcionarios del área han logrado establecer una dinámica de diálogo y confianza con muchos representantes del sector. Esto ocurre, por ejemplo, con el ministro Julián Domínguez o el secretario de Agricultura, Matías Lestani, y los integrantes de la Mesa de Enlace o de algunas cámaras claves de la cadena agroindustrial, como los aceiteros.
Es evidente que, como vimos el sábado pasado, esto no alcanza para contener todos los reclamos ni mucho menos disuadir eventuales protestas, pero la vocación de diálogo es real y en algunos casos ha servido para lograr algunos propósitos. De hecho, el propio Domínguez anunció el sábado a la mañana que no habría un aumento de las retenciones y Lestani se había pronunciado la semana pasada en contra de que el campo pagase el impuesto a las rentas inesperadas.
La paradoja es que a partir de la marcha del sábado algunos sectores del kirchnerismo duro criticaron a las «palomas» del gobierno por no haber podido evitar la protesta. Como suele ocurrir en estos casos, los dialoguistas de ambos lados son objeto de severas críticas por parte de los «halcones».
Ahora bien, quienes tienen una visión mucho menos ideologizada son los gobernadores, pues en la mayoría de los casos enfrentan costos políticos muy importantes por los conflictos que preocupan a la cadena agroindustrial, sobre todo en términos electorales. En ellos se apoyan los funcionarios dialoguistas y en algunos casos, como los de Córdoba y Santa Fe, los respectivos gobernadores están obligados a respaldar muchas (sino la mayoría) de las demandas del sector.
En síntesis, para el FDT el campo constituye un actor difícil de satisfacer, del cual tratan de obtener la mayor cantidad de recursos posibles, pero que directa o indirectamente afecta el equilibrio interno de una coalición llena de conflictos y divisiones. Tal vez el campo, justamente por las dificultades organizacionales antes señaladas, no logra sacar provecho de estas contradicciones. Pero de todas formas la primera línea de defensa de sus intereses suele estar, aunque parezca paradójico, en muchos funcionarios que al menos formalmente pertenecen a la coalición oficialista.
Seguramente a pesar de la movilización del sábado pasado haya otros episodios de tensiones y conflictos que tendrán al campo como protagonista. Los temas aquí analizados servirán de contexto y seguramente de matiz para analizarlos e interpretarlos.