El picado también es cosa de mujeres

Desde Lincoln, «la vasca» Iturreria creó una empresa de silajes que en cinco años creció hasta prestar servicios en 650 hectáreas en la última campaña. Hoy trabaja con sus hijos y no para de crecer. Dice que el éxito se basa en el compromiso, el esfuerzo y el sueño de proyectar en familia.

Virginia Iturreria es de Lincoln, provincia de Buenos Aires, y encabeza una empresa de picado llamada «La Vaska e Hijos Silajes» que viene creciendo desde hace cinco años a base de responsabilidad, compromiso y espíritu familiar. La división de bienes tras el divorcio le dejó una picadora JAGUAR 860 y un camión. Con ambas herramientas montó un emprendimiento familiar que en la actualidad involucra a sus tres hijos y con el cual presta servicios de picado y ensilado en 650 hectáreas.

Virginia siempre se ganó la vida con su flota de cuatro remises escolares -de los cuales aún hoy conduce uno- con los que recorre 600 kilómetros transportando a 60 estudiantes del distrito. Tras el divorcio, el espíritu emprendedor hizo lo suyo. La picadora estaba guardada y el camión se alquilaba a un picador de la zona. Con esa renta logró sumar otro camión y luego un tercero. Con la flota lista, puso a punto la picadora CLAAS y le pidió un préstamo a su hermano para comprar una embolsadora. Así comenzó a rodar la empresa de servicios de silajes.

«Con el transporte escolar vivíamos mis tres hijos -uno de ellos estudiando en La Plata- y yo, pero no tenía margen para ahorrar. Con la puesta en marcha de la empresa de picado pude devolverle el préstamo a mi hermano en tan solo cuatro meses, con una campaña de picado que en los inicios encaré junto a un técnico de El Triunfo», cuenta Virginia y recuerda que se sentó en el auto y salió a recorrer los campos en busca de clientes, sabiendo que no contaba con camionetas, carros de gasoil ni casillas, pero sí tenía el incentivo de otros contratistas y productores que le abrían la tranquera y le decían «vení a picar acá».

«Hoy siento que fui una guerrera. Me movía el impulso de crecer, pero sobre todo el de allanarle el camino a mis hijos», reflexiona. En 2018 picó sus primeras 280 hectáreas. Por entonces, el mayor de sus hijos, que cursaba tercer año de Ingeniería Electromecánica, decidió volver a su ciudad para acoplarse, junto a sus dos hermanos, al negocio de su mamá.

«Ahí tomó la forma que yo quería: un emprendimiento familiar», admite. Ese segundo año, y de la mano de Iván, Elías y Aarón (que hoy tienen 30, 22 y 20 años), lograron picar 420 hectáreas y esta última campaña llegaron a las 650. «Empecé enseñándoles a distinguir cuál era el aceite para motores. Pasé de cebar mate en el asiento del acompañante a manejar la JAGUAR. También conduje los camiones, la embolsadora o lo que fuera necesario. Era la primera en levantarme y la última en acostarme, y en poco tiempo aprendimos que la base de nuestro crecimiento iba a ser la responsabilidad, el secreto para ganarnos la confianza de nuestros clientes», resalta.

Ahora las cosas cambiaron: en estos años lograron comprar tres camiones más (seis en total), una casilla nueva con cuatro camas, un carro de gasoil de 2.000 litros que planean reemplazar por uno más grande, una pickup doble cabina, construyeron un galpón, renovaron la embolsadora y hace muy poco tiempo cambiaron su picadora por una JAGUAR 900.

Sus hijos ya tienen un rol específico. El mayor, que vino con una base de estudio en electromecánica, es «el bocho» del equipo, en plena campaña maneja la picadora y el resto del tiempo se encarga de que todo ande a la perfección para el momento de volver al campo. El del medio maneja el camión con caja grande y va y viene con las cargas. Y el más chico hace el trabajo de ensilado en la embolsadora.

Además, la familia se agrandó y ya son nueve personas en La Vaska e Hijos Silajes, porque el crecimiento les permitió contratar a cinco empleados que comparten sus valores y el espíritu de equipo. «Ya casi no manejo equipos, pero sigo a cargo de sostener y ampliar nuestra cartera de clientes y de que la logística funcione», dice Virginia, que acepta que es la creadora y cabeza de la firma, pero que sus hijos son el cuello que la sostiene.

En cinco años más, «La vasca» se imagina picando unas 2.500 hectáreas. «¿Cómo? Como hice hasta ahora. Por un lado, con mucha responsabilidad. Cuando me llamó un cliente para ofrecerme picar 100 hectáreas, le dije que primero tenía que ir a hacer unas 5 hectáreas de otro productor con el que ya me había comprometido. Puedo entender perfectamente la esperanza de quien pone mucho de su recurso en sembrar una semilla de maíz, no me puedo dar el lujo de picarlo seco por haber asumido más compromisos de los que podía. Con ese entendimiento también invertí en la nueva JAGUAR. Por el otro, en familia. De otra manera, esta empresa no hubiese prosperado. Me mueve la idea de conseguir algo juntos, superando obstáculos, construyendo desde la cercanía aún con los integrantes del equipo que no son de mi sangre», dice.

A sus 52 años, «la Vasca» ha logrado sintetizar el amor por el trabajo y la familia. Su día comienza a las 5.15 AM -quince minutos antes de que suene la alarma- porque continúa manejando uno de los cuatro autos de transporte escolar. Y termina después de las 19, tras haber liderado el equipo de su empresa de picado. Ambos negocios se manejan con el mismo espíritu: la responsabilidad.

«Aunque no me gusta generalizar, siento que las mujeres hemos sido criadas de una forma que nos permite ser más organizadas y está demostrado que es algo fundamental para cualquier empresa, no importa el rubro. Aunque éste sea un universo en el que nos vemos pocas, a cualquier otra que tenga dudas le diría que se anime con seguridad y confianza en sí misma y se gane la confianza de clientes y empresas como CLAAS que desean que crezcamos tanto como nosotras mismas», remata «la vasca» e inspira, con su relato, a seguir construyendo un mundo con igualdad de género.

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